jueves, 14 de febrero de 2019

DOMESTICANDO AL BÚFALO-6




Montando el toro, lentamente, vuelvo a casa.
La voz de mi flauta se entona por la tarde.
Midiendo con latidos de la mano las pulsaciones de la armonía, dirijo el ritmo infinito.
Quien escuche esta melodía se unirá a mí.

La sexta imagen sugiere la tranquilidad y la alegría que trae la reunión con la fuente de la existencia; ahora el buscador se monta en la espalda del buey, tocando alegremente su flauta. El verso sugiere que se ha liberado de viejos temores y ansiedades y que así liberado, ahora puede expresar sus energías creativas en la celebración de la vida.

          Una vez conquistada mi Cara, mi Naturaleza Original, cabalgando en el Zen, regreso a casa.
          Mi satisfacción por todo lo logrado, se refleja en mi cara y mi porte, en cuanto manifiesto, el Zen que he conquistado aparece emanando de mi ser.
          Siento que una vez he alcanzado mi Budahood, mi Naturaleza Búdica, soy quien dirige el ritmo Infinito de mi vida, de la Vida.
          Cualquiera que vea mi felicidad, mi satisfacción, mi hacer y forma de manifestarme y expresarme, me seguirá y se unirá a mí.
          Hemos cometido el error imperdonable, que tardaremos años en ver, vidas en corregir: “Hemos creído que podemos retornar a Casa, cabalgando en el Búfalo”.
          Mucho hemos progresado, pero son los momentos delicados de saber: “Quién tiene que cabalgar, y quién simplemente desaparecer en Casa”.
          No es que tengamos que perder la alegría, la tranquilidad, sino reconocer lo que desde el principio nos llevó a tratar de encontrar al Búfalo, el dedicar cuanto hemos sido a buscarlo, hasta olvidar de quién buscaba y qué era lo buscado.
          Cabalgando alegremente, rodeado por la Música, el buscador regresa a Casa con lo que ha encontrado.
          El Búfalo en su Infinita Compasión, se alegra por llevar la alegría y la paz, al buscador



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