No pretendo molestaros

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Yui Shin

lunes, 4 de noviembre de 2013

LA BUSQUEDA

Hace mucho tiempo en la remota antigüedad, hubo un niño que tenía un solo deseo: “ver sus ojos”.
Trabajó duramente y he aquí que un día, caminando a la deriva, encontró un pequeño charco de lluvia, al observarlo, de repente, sorprendido, divisó una cara desconocida con dos ojos, su alegría fue enorme cuando realizó que eran los suyos.
Pasado el tiempo y continuando en el esfuerzo de profundizar en su deseo, consiguió a base de frotar un trozo de metal, poder vérselos en cualquier momento que lo desease.
Envejeció y su sabiduría fue aumentando progresivamente, gracias a su esfuerzo continuo. Una sonrisa iluminó un día su cara, comprendió que los ojos que siempre había visto eran los del charco, los del espejo, todo ello gracias a los ojos que nunca podría ver.
  
     ( 22 - II - 78 )
  A la luz de la vela,
pienso en un niño,
que buscando, buscando,
se encontró un día perdido.
  Preguntó a las estrellas,
al sol, al viento,
a cuanto encontró en su camino,
¿Donde está Dios?,
todo le contestaba,
“pregúntale al río”.
  A él se acercó,
triste, cansado y compungido,
al preguntarle, solo vio,
el rostro cansado
de un niño perdido.

         El río, no vio al niño, ni sabía de montañas, lagos o mares; no entendía de lluvias que tocaban las nubes viajando en el cielo; nunca tuvo preguntas sobre Dios, por no saber, no sabía que era río.
          Desde el cielo al mar una sola agua, que por no saber, no sabe de mares ni de ríos, que no ve ni pregunta, ¿qué es el agua?, y sin saber qué es, es Agua.
          Todo lo que refleja y es reflejado, lo que muestra la existencia se llama Dios. Dios es también aquello que no refleja ni es reflejado, lo que no muestra existencia y lo que no existe.


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