No pretendo molestaros

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Yui Shin

viernes, 29 de noviembre de 2013

LA ESPALDA

          Hace unos años me contaron una historia del budismo, que ha sido contada desde la antigüedad.
          Esta era más o menos así: “Un sirviente rompió un espejo, a la mañana siguiente cuando una persona se miró en él, al no ver su cara, se sintió horrorizada, creyendo que se le había perdido la cabeza. Salió corriendo por las calles gritando desaforadamente, “He perdido la cabeza, he perdido la cabeza”.  La gente miraba extrañada, pensando: “Esta persona se ha vuelto loca”. En su correr desesperado, se tropezó con el Buda, quien le preguntó por la causa de su desesperación. “He perdido mi cabeza”, el Buda en su Gran Compasión, la abofeteo duramente en la cara, ante el grito de dolor el Buda dijo, “He ahí que has recuperado tu cabeza, la persona se volvió a casa llena de alegría y agradecimiento.”
          Una de las cosas que he aprendido a lo largo de mi vida es que a pesar de que nunca he podido verme la espalda, debe estar en su sitio sujetando la cara, donde están los ojos.
          Es corriente para muchas personas negar la existencia de Dios, otras creen en Él y le hacen responsable de todo, para otras es alguien a quien pedirle de todo y todo. Obviamente es más fácil decir que no le vemos, que arreglar el espejo, y cuando la Vida, el Buda o Dios nos señalan donde está lo que no vemos y creemos que nos falta, lo cómodo es quejarse de la forma de indicárnoslo.
          Descubrimos la dualidad, interrumpiendo nuestra vida en el Paraíso, elegimos de esta dualidad la mitad del ego, la de: “yo decido, hago y creo”. Y dejamos de vivir en el Edén, afortunadamente, todavía seguimos creyéndonos la cúspide de la creación, la imagen de dios o la imagen a cuya semejanza está hecho dios y a pesar de todos los avisos y señales, tenemos la seguridad de que desde el principio, nos hemos “autocreado, como seres sin cabeza”. Sintiéndonos felices de vivir en la tierra, en paz y armonía con nosotros y los demás, de cuanto hemos creado sin necesidad de Dios y sobre todo, nos sentimos orgullosos de ser lo que somos.
          ¿Cómo es posible que se pueda negar un concepto, al cual le hemos dado nosotros el nombre?, si en la mitología, hay un caballo con alas, o uno con un cuerno, a los cuales se les ha llamado Pegaso y Unicornio. Obviamente cuando hablamos de un caballo con esas características, sabemos de su existencia real en la mitología. Cuando hablamos del concepto de algo absoluto y eterno, supongo que también tiene un nombre y una existencia, donde le sitúe la palabra que se ha determinado para nombrarle.
          Las cosas aunque sean absolutas y eternas, tienen dos mitades. Independientemente de que las veamos, las aceptemos, nos gusten, las usemos, o no y en cualquier circunstancia, continuaran siendo inseparables, y una vivirá todo el tiempo que viva la otra.
          Nuestra unión con la mitad espiritual no es negociable, nuestra separación con Dios es imposible, el formar una sola unidad con el universo es inevitable. Vivir en esa unidad, nos permite ser parte del Edén; cuando solamente hay Uno, existe el Paraíso, cuando se cree o se quiere ser una mitad, por muy grande que esta sea, simplemente se refleja en ella lo que son nuestras vidas actuales.
          Solamente cuando se crea la izquierda, puede nacer la derecha, si la izquierda existe, el que la derecha también esté es algo inevitable, sin la espalda, ¿dónde podríamos colocar la cara o el frente?


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