Es terrible vivir
una vida sumido en el miedo, sobre todo cuando eres consciente de sentirlo. Pero,
¿Qué nos ha llevado a ese miedo, de sentir miedo?
Los humanos a
través de su evolución, han ido definiendo sus vidas, para que tengan un patrón
adaptado a los conceptos que han ido desarrollando, junto con su evolución. Al principio,
necesitaron un concepto que les ayudara a definir unas metas, que les ayudase
en el entendimiento de la vida y que les protegiese de tanto peligro como les
acechaba, este concepto fue llamado Dios. Este concepto, fue creado para cubrir
unas necesidades y explicación a todo lo que no se la encontraban.
Al igual que
Pedro, una vez que nos encontramos fuertes, vencedores y orgullosos de lo
conseguido, le negamos, pues queríamos recoger todos los méritos, sentir que éramos
nosotros los únicos que por medio de nuestro mérito y esfuerzo, habíamos creado
la vida que tenemos y conseguido dominar al resto de lo creado en la Tierra,
que éramos la cumbre de la inteligencia y el único dios.
Las ayudas, o
las deudas que tenemos con todo aquello que ha sido lo que ha motivado nuestra
evolución, no es algo que estemos realmente dispuestos a reconocer, ni a compartir. Razón por
la cual intentamos negar su existencia de una manera u otra, pero con la pelea
por echar el miedo de nuestras vidas, solamente hemos conseguido fortalecerlo y
que en lugar de ser algo nuestro y querido, lo hallamos convertido en un
enemigo, que limita nuestra capacidad y posibilidades de felicidad. Destruyendo
la posibilidad de vivir en armonía, y compartiendo amor, en lugar de lucha por
el poder.
El concepto
de Dios, lo hicimos tan bien, que por más que neguemos ahora su existencia, porque
queramos ser los únicos dioses, nos ha sido imposible. Podíamos haberlo
definido como algo más concreto, por su tamaño, por ejemplo en años luz, ahora
solamente tendríamos que hacer universos más pequeños, para que no pudiese existir.
O definir su aspecto, al no verlo o genéticamente cambiar el aspecto de las
cosas, no se adaptaría al concepto y podríamos anunciar su muerte. Pero fue
definido como Todo, Absoluto, Infinito. Pongamos la cantidad que pongamos, si
es Todo es Dios, si no hay nada, al ser Todo lo que hay, seguiría siendo Dios;
siendo Infinito, no podemos quitarle a Él, ni podemos quitar nada de lo que
existe, porque no puede existir el Infinito menos uno, conservando el termino
de infinito.
Pero, ¿por qué
intentamos destruir, expulsar al miedo?, ¿Qué deuda tenemos con él, cuál ha
sido su mérito en nuestra evolución, que deseamos olvidar que existe?
Tenemos zonas
de la Tierra donde al separarse los continentes o las diferentes porciones de
tierra, o simplemente donde ha emergido del fondo del mar, podemos observar que
los animales y plantas donde no ha habido depredadores, apenas han evolucionado
en millones de años. Solamente donde los depredadores han atacado a otros
animales, donde las diferencias de fuerza han estado desequilibradas, donde los
animales han puesto en peligro a las plantas, ha habido verdadera evolución.
Pongamos a un
animal, que no es rápido, resistente, no muy fuerte, con un tamaño que no es
grande para defenderse, ni pequeño para pasar desapercibido. Todavía no ha
evolucionado, está en desventaja con un gran número de competidores y lo único
que le protege qué es, aquí es donde viene su importancia, porque gracias a él
hemos podido protegernos de los más fuertes, nuestro miedo.
Es gracias a
la protección de nuestro miedo, que no nos enfrentamos abiertamente con los
poderosos, al no tener el ego desarrollado y no saber de honor y dignidad,
nuestro miedo nos decía: “Huye, pon los
pies en polvorosa que tienes las de perder”, y sin saber cómo, nos veíamos escondiéndonos
o corriendo cagados de miedo, pero vivos. Es gracias a este miedo, por lo que vamos
incrementando nuestras posibilidades de enfrentarnos a ellos, gracias a que en
nuestro miedo vamos desarrollando medios y elementos para combatir, primero en
igualdad, consiguiendo poco a poco la superioridad.
Este miedo al ser natural, al no ser negado,
permitía que nos uniésemos, para al estar en desventaja, compensásemos con el número.
Esta unión, nacida de la debilidad y el miedo, probablemente hiciese que nos sintiésemos
todos unidos en una misma procedencia, ese punto común, ese origen al que
posteriormente se añadiría toda la creación, podría ser Dios, el Dios del
Miedo.
Cuando es negado, cuando es sentido
como un enemigo, es cuando ese mismo miedo nos ha llevado a destruirnos entre
nosotros, simplemente “por miedo al miedo”. Quiero terminar este artículo
mañana, o al menos, escribir cómo este miedo está en la base de nuestras ansias
de poder.
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