La lluvia y el agua permiten que
la flor de loto nazca y se desarrolle. Creciendo desde el lodo, el cieno del
fondo, mostrando el esplendor de su florecer en el etéreo aire.
Cuando la lluvia no llega, cuando es escasa y no fluyen los ríos, por falta de agua, florece el cactus, en la soledad del desierto, en los páramos donde solo con lucha se florece al alba.
Tenemos insectos y formas de vida que permanecen en estado larvario, durante años para emerger a la luz con una forma nueva. La cual disfrutan durante periodos más o menos largos, para originar un nuevo ciclo.
Son ciclos naturales en los que la Vida, se
va mostrando en sus diferentes facetas. Independientemente de las apariencias, de la clase de vida y circunstancias
en las que nos desarrollemos. Seamos de secano o regadío, de crisálida o huevo,
de aire o de tierra, de semilla o rizoma, en nuestro interior, portamos la
semilla de la Vida, que en páramo o selva, tierra fértil o estéril, cuidada o
salvaje, solamente puede florecer, porque independientemente de nuestras
voluntades la Vida se expresa en el florecimiento de la forma.
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