Tras mi
estancia en Australia y con el dinero ahorrado en mi trabajo, partí de nuevo
hacia Nueva Guinea, donde viajé por un tiempo. Conocí a un misionero alemán que
me invitó a ir a su casa, en lo alto de una montaña, donde era peligroso
aterrizar pues se entraba en una pequeña pista, que comenzaba en una cortada de
unos 20m. de profundidad. Con él visité algunas tribus, en las que cazaban con
arcos o escopetas viejas, las tribus estaban dos o tres años en el mismo
emplazamiento y posteriormente se abría uno nuevo, comenzando por la zona de la
huerta un año antes, para que todo estuviese preparado. Por las mañanas se
limpiaba el emplazamiento y era cuando volvían los que habían ido por agua, que
salían al amanecer, con las primeras luces.
Llevaban unos
bambúes que en algunas tribus eran de mayor diámetro y en otras eran unos haces
con varios más finos. En ellos estaba el agua necesaria para el día, que había
que traer en algunas tribus desde varios kilómetros. La foto es con los guías
que nos llevaron al nuevo emplazamiento de una de las tribus, su piel se caía
en escamas, no tenían electricidad, ni otro medio de moverse que andando, pero
misteriosamente las personas de cierta edad y los niños, se veían siempre
felices. Otros habían estado estudiando en Port Moresbi, y la cultura les había
puesto un rictus de infelicidad al tener que volver a la tribu.
El siguiente
punto fue Filipinas, en la zona de las montañas del norte de Luzón conocí a una
familia, que me invitó a ir a la zona de Sierra Madre, donde a un grupo de
Igorot, les habían ofrecido y aceptado dos o tres años antes, una zona en la
jungla para que hiciesen sus hogares. Viajamos varios días, pasamos controles
del ejército y finalmente llegamos al último pueblo de la carretera, hasta
donde se podía ir con vehículos. Desde este punto había que hacer unos
kilómetros a pie para llegar a la aldea.
Rodeada de jungla, a la orilla de
un afluente del río principal, muy cercano, donde se compraba el pescado si se
tenía suerte, unas zonas de huertas y las cabañas, un techado donde se
reunían y el lavadero en el río.
Lo primero que hice fue aprender
a fabricar mi cama con ratan, en la que dormí el tiempo que estuve con ellos. En
los pocos días que estuve con ellos: coseché tomates y cacahuetes, nos hicimos
unas gafas de buceo con madera y cristal y con una pistola de madera, una goma
y un alambre estuvimos pescando para comer en la orilla del río, les vi tocar
la flauta con la nariz que es su estilo y le regalé a uno una flauta Hohner al
ver que tras unos “piii, piii, piii” comenzó a tocar música, lo que no hacía yo
con la partitura, estuve con uno de ellos arando a la luz de la luna con un búfalo
de agua (por el día hace mucho calor), fui con dos de ellos a cazar en la
jungla donde pasamos dos días, ellos con los “bolos” abriendo camino y teniendo
que esperarme, la familia que me había invitado, me dio las gracias porque a
los dos días volvían a cazar por tres o cuatro días y me invitaron a ir con
ellos, lo que según esta familia les había dejado bien con ellos, porque era la
primera vez que volvían a invitar a alguien de fuera de la aldea.
Entre
medias comí tortuga y huevos de tortuga, hablamos durante horas y horas, jugaba
con los niños, me iba con ellos a cuidar los carabaos, pasaba ratos viendo
lavar a los grupos de mujeres en el río, todo ello sin electricidad, no había
ni bicicletas, ellos no usaban el reloj pero llegaban puntuales a sus citas,
por el día con el calor nos reuníamos bajo el techado y durante buenos ratos la
gente bromeaba, se daban las noticias que alguien había traído, planeaban lo
que iban a hacer y convivían.
De ello solamente me fui con la duda de qué es verdaderamente el
bienestar, la civilización, la humanidad, la convivencia. Preguntándome, ¿qué es
realmente lo necesario para vivir felices?, porque lo soy en España, lo
he sido en Australia, en Japón, en ciudades, solo en una isla perdida en el Pacífico,
con electricidad, sin ella, en espacios grandes, en pequeños, en apenas un
tatami, en junglas enormes, la verdad es que nunca he podido contestar la
pregunta, ¿Qué es realmente lo que necesitamos para ser felices?, pero sí que
he visto felicidad, en las gentes que no quieren tener lo que no tienen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario