Miramos la profundidad del océano, pero
este apenas descansa en la superficie del lecho marino, la ve quien se sumerge
en él.
Nos empequeñece la altura de las montañas,
pero apenas pueden besar las nubes, su altura es para quien quiere escalarlas.
No hay profundidad en lo escrito, sino en
quien lo escribe o lee, tampoco la hay, para quien es uno con lo escrito.
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