Llega
un momento, que lo único posible es el desencanto de cuanto te rodea, sabes de
tu responsabilidad, que no es la culpa de los demás. En la incomprensión de
cuanto ves, retornas a aquellos momentos donde tu ilusión te hablaba de un
mundo, en el cual te parecía posible aprender de nuestros errores.
Estos son poemas de juventud, cuando
todavía crees que la humanidad existe, que muy oculta casi inaccesible en
nuestro interior, hay vestigios de una semilla de humanidad. El primero lleva
la fecha en la que lo escribí, no era tan joven, recién cumplidos los 30, pero
qué son en la eternidad de una Humanidad frustrada. El segundo está escrito en
Kuta, en la época en la que me movía por diferentes países, en un movimiento
continúo, tratando de encontrar el Aquí.
Creemos que lo importante es cambiar
el mundo, pero lo único posible es cambiar nosotros, que somos los que lo
hacemos como no nos gusta.
( 19 - II - 78
)
¡Oh, juventud
que luchas!,
Por cambiar el
mundo
en el que has
nacido,
con luchas
incruentas
que ya has
perdido,
el mundo da
vueltas,
vuelve al mismo
camino,
cuando
alborozado,
orgulloso y
ufano,
piensas que es
distinto,
solo tú has
cambiado,
él sigue siendo
el mismo.
Publicado anteriormente el 6-X-15. Si no somos capaces de dejar de odiar, de
culpar a los demás, de sentirnos los dioses, los salvadores del mundo, de la
sociedad, de que seremos los creadores de la humanización del pueblo. No importará
cuantas veces nos matemos, solamente crecerán los cementerios de la
deshumanización, el odio y la insatisfacción con nosotros mismos.
¿ Por qué lloran los muertos?.
Dicen que los muertos están llorando por un mundo que han perdido, en su mundo
flotando, sabiendo que volverán, para encontrar lo que les vamos dejando,
nosotros en él metidos, ellos desde afuera mirando, viéndonos en guerras, en
divisiones de terrenos vanos, que nada son sin el hombre, este que tratamos de
individualizarlo, en lugar de ser uno por uno, individuales, viviendo en un
solo campo, nos miramos a los pies y decimos: “este es mi campo sagrado”. Por
eso lloran los muertos, que viven fuera del campo santo.
Sus lágrimas riegan las flores, donde los cuerpos de unos hombres que
estuvieron equivocados, yacen en sepulturas, en campo abierto o campo vallado,
que ninguno sale fuera, solo adentro, todos vamos llegando, paso a paso, entre
suspiros y lamentos, entre pensamientos vanos, de si quiero o no quiero, solo
deseos, no quereles sanos.
Mentes enfermas, individualización
que equivocamos, con: tú allí, esto es mío, aquél es tu país, quiero vivir
separado. Esto ven los muertos y siguen llorando, sobre campos de batalla,
sobre dineros que felicidad no han comprado, así viven, con miedo de volver y
encontrarlo como ellos lo hicieron, o peor, como lo dejamos. Sus lágrimas, sus
lamentos, nos dicen sus equivocaciones, las nuestras y los cambios. Escuchemos
en silencio, sus canciones, sus pasos, uno a uno, no, no son dos, son uno y uno
que andan el mismo camino, diferentes, ayudando. Sequémosles las lágrimas, no
nos encontremos un día llorando, viendo nuestro mundo sin rumbo, sin timón y
sin mando. Si supiéramos de sus lloros de cuerpos descarnados, en un mundo de
sombras, con luces para los visionarios o para aquellos que buscan, u otros que
saben donde debemos encaminarnos.
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