En todos
los niveles, cada individualidad tiene que alimentarse, digerir y asimilar el
alimento. Todo lo que no ha sido asimilado o integrado en una individualidad
tiene que ser expulsado, cuanto antes mejor, sin importar su naturaleza,
calidad o si es bueno o malo.
Si no es
expulsado, envenenará, destruirá o cambiará, a la individualidad que lo
retiene.
En el
cuerpo físico los alimentos son: sólidos, líquidos y gaseosos. Los sólidos se
relacionan con las pautas mentales, los líquidos con las emocionales y los
gaseosos (el aire, la respiración) con la actitud.
El cuerpo
emocional, se alimenta de las energías producidas por las sensaciones sentidas
en nuestra actividad física, tanto en lo vivido como lo deseado, siendo
importante la actitud con la que realizamos, observamos o recibimos dicha
actividad.
La mente se
alimenta de: la actitud con la que vivimos nuestras experiencias, emociones,
sensaciones y cualquier energía de la que pueda alimentarse del plano físico y síquico,
tanto de lo que hacemos, como, de lo que dejamos de realizar.
Cada
individualidad integrante de la nuestra, se alimenta o nutre de las energías
obtenidas de los alimentos que le son propios y de la interrelación entre
ellas. El alimento que nutre a este ser último, que es la integración de todas
las individualidades, es su vida, nuestra vida, con todas sus vicisitudes,
circunstancias, condiciones, etc. Independiente-mente de que sean buenas o
malas, lo más importante es cuánto aprovechamos y cómo y en qué las utilizamos,
dependiendo ello principalmente de nuestra actitud.
Solemos
darle la mayor importancia a la comida sólida,
sin darnos cuenta que apenas viviríamos unos minutos sin respirar, pocos días
sin beber y aproximadamente un mes sin comer. De la misma forma, si no tenemos
actitud de vivir no vivimos, sin emociones o sentimientos tampoco y sin pensar
un poco más.
De aquí que,
la actitud alimenta a las emociones y las emociones a la mente.
La forma y
actitud con la que nos nutrimos es algo consustancial con nuestro ser, gracias
a ello, podemos influenciar desde cualquiera de nuestras individualidades, a
todas las demás. Alimentando adecuadamente nuestro cuerpo físico, podemos
influenciar y corregir nuestra vida y la actitud con la que vivimos.
Alimentarse
correctamente es aprovechar el máximo de los nutrientes ingeridos, nuestro
conocimiento nos lleva a creer que lo importante es el tipo y calidad de los
alimentos, quizás debido a nuestra actitud pasiva, en la creencia, de que las
soluciones vienen del exterior.
El camino
fácil y simple para que: algo no nos haga daño, digerirlo con facilidad,
aprovecharlo e integrarlo en nuestro ser al máximo, produciendo al mismo tiempo
un mínimo de deshecho, toxinas y problemas, es: el de masticar correctamente,
antes de tragar.
Para poder
masticar es imprescindible estar comiendo, lo contrario de masticar no es
mantener la boca quieta, cuando simplemente introducimos cosas o alimentos en
la boca, o bien no estamos comiendo realmente, el resultado entonces es, que movemos
las mandíbulas en lugar de masticar.
Siendo
importante los alimentos que ingerimos, hay que tener siempre presente, que lo
más importante en nuestra alimentación es expulsar aquello que no nos es
necesario. Independientemente de la calidad de los alimentos, así como la forma
y circunstancias en que los preparemos e ingiramos, incluso masticando
perfectamente, estos nos envenenaran, si no expulsamos cuanto antes lo que no
es necesario, esto es, lo que no ha sido asimilado.
A la hora
de comer hay que: estar comiendo, disfrutar de la comida, masticar
correctamente y decidir libremente si deseamos tragar o no lo masticado; esta
hora de comer no está marcada por el reloj o la costumbre, sino que la marca el
estar comiendo. Este es nuestro presente, el único en el que podemos ser
felices o desarrollar nuestra actividad, el único en el que se manifiesta
nuestra vida. Esta actitud y forma de nutrirse a nivel físico, influirá poco a
poco en la forma de nutrirnos en el resto de niveles.
A
continuación, el cuerpo digerirá estos alimentos con mayor facilidad,
aprovechará mejor lo ingerido y lo que es más importante asimilará un mayor
porcentaje.
Todo lo que no ha sido asimilado,
es porque no ha podido formar parte de nuestra individualidad, lo que pondrá en
marcha nuestras defensas para que intenten expulsarlo. El tiempo que permanezca
en nuestro interior, todo lo que hemos tragado sin poder asimilarlo, nos estará envenenando, independientemente de su naturaleza.
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