Me enamoré de ti perdidamente,
Te seguí, te ayudé,
Dediqué a ti mi vida.
Pero el amor,
Un día me dijiste que me amabas,
Tanta dedicación,
Tanto esfuerzo,
Para que aprendieras a amarte,
En tu ceguera,
Decidiste amarme a mí.
Hay tantos
entendimientos, que me pregunto:
“¿Por qué desear que otra persona aprenda a amarse, mientras yo
amo a otra?”.
Buscamos tanto el amor, deseamos tanto encontrar quién somos, que
olvidamos amar a quien vive en el ahora, al yo que nunca vemos, al que nunca
respetamos, al que amaremos mañana cuando sea como imaginamos, como deseamos.
En cambio todo lo que es y hace el que somos en el ahora, está
dedicado a que aprendamos a amar al que hemos sido, al que seremos. Toda su
vida está dedicada a que seamos lo que somos.
Pero en nuestra ceguera, preferimos amar a nuestro ego, nuestros
deseos al que seremos, en lugar de a “Quien somos”.
Más lugares desde donde podemos mirar el amor podemos encontrar,
yo los encuentro cuando sé desde dónde miráis vosotros.
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