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Yui Shin

viernes, 28 de julio de 2017

RUCIOS, NO SANCHOS


          Si miramos en la Edad Media, antes de ella o después, podemos leer, cómo los gobernantes repartían territorios, poderes y honores, entre sus descendientes, familiares, amigos, palmeros, amados y los que necesitaba para gobernar.
          Cómo los ambiciosos y poderosos de los súbditos, trataban de que el gobernante fuese débil, para asesinarle, controlarle, o sustituirle. Que fuese ambicioso y conquistador de los pueblos de otros gobernantes. Débil y manejable, para usarle como responsable de lo que hacía y que siguiese sus mandatos.
          Cómo el pueblo simplemente obedecía al poderoso de turno o a cualquiera que le hiciese tener que mantener la dignidad, siendo que no sabían leer y no podían estudiar que existía la palabra. Limitando su hacer a seguir a alguien que se pusiese delante. Conquistas, rebeliones, logros, realizados por el pueblo por ir detrás de alguien, que recibía la gloria y el poder, para seguir siendo pueblo sin concepto de dignidad, que era exclusiva de los que no la tenían: El poder y la nobleza, luchando, intrigando y asesinando obstáculos para mantener su posición, sacrificando al pueblo ignorante si hacía falta.
          Recordando esos tiempos, podríamos declarar la independencia de pueblos, que en nuestros días podrían tener unos cientos de habitantes. No solamente en España, sino en cualquier país de Europa, de Asia, de África, incluso de fuera de la Tierra, incluso tendíamos barrios sediciosos y periféricos.
          Años de adoctrinamiento, nos llevan a que algunos de estos lumbreras, nos inculquen el momento de esos tiempos en los que dignidad era sinónimo de poder, cuando el pedazo del que quieren ser los pastores y el poder, era sedicioso o bien era gobernado por el poderoso de turno, cuando demos-gracias era para el pueblo pobre, que su dignidad era obedecer.
          En nuestros tiempos tenemos poderes democráticos, que son simplemente poderes.
          Tenemos un pueblo culto y estudioso, que sabe lo que le dicen y los adoctrinamientos.
          Una vez, Don Sancho, el pobre cabalgador de Rucio, fue nombrado gobernador de una ínsula, para ser escarnecido, burlado y engañado por el poder.
          Un loco, Don Alonso Quijano, habiendo escuchado que existía la dignidad y los caballeros, salió a luchar con su locura, con sus sueños, con los espejismos de creer que la dignidad, cabía y podía ser vivida en el poder o en el pueblo.
          Luchando contra los molinos y contra los rebaños, solamente pudo morir en paz comprendiendo su locura. Dignamente, en la cama donde tanto había soñado.
          De nuevo quieren que Sancho gobierne la Ínsula, los ladrones, los indignos, la ignorante ambición por el poder, ha adoctrinado, mentido, engañado, al pueblo a los soñadores, a los débiles que mueren por su falta de dignidad, buscándola para mayor gloria de los pastores, los ambiciosos, los que les seguirán robando, pues no hay posibilidad de humanidad en la sociedad, en la división, en la separación. De nuevo Sancho será engañado, escarnecido, burlado y devuelto al redil, donde recobre su condición de rebaño.
          Expulsados los que no digan sí, los que deseen pensar por sí mismos, los que piensen que podemos existir en la hermandad, la igualdad y sin exclusiones o miserias mentales del pasado. No aceptando los acuerdos de convivencia pactados, escritos en leyes, imponiendo sus ideas y deseos al pueblo obediente y excluyendo a los demás que no puedan ser obligados a aceptar su voluntad, ningún Sancho podrá cabalgar a Rucio, porque será Rucio el que cabalgará e incluso violará a Sancho.
          Hay quien no necesita pedir o hablar, para saber que solamente desea incansablemente : ¡MÁS!.


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