Si miramos
en la Edad Media, antes de ella o después, podemos leer, cómo los gobernantes
repartían territorios, poderes y honores, entre sus descendientes, familiares,
amigos, palmeros, amados y los que necesitaba para gobernar.
Cómo los
ambiciosos y poderosos de los súbditos, trataban de que el gobernante fuese débil,
para asesinarle, controlarle, o sustituirle. Que fuese ambicioso y conquistador
de los pueblos de otros gobernantes. Débil y manejable, para usarle como responsable
de lo que hacía y que siguiese sus mandatos.
Cómo el
pueblo simplemente obedecía al poderoso de turno o a cualquiera que le hiciese
tener que mantener la dignidad, siendo que no sabían leer y no podían estudiar
que existía la palabra. Limitando su hacer a seguir a alguien que se pusiese
delante. Conquistas, rebeliones, logros, realizados por el pueblo por ir detrás
de alguien, que recibía la gloria y el poder, para seguir siendo pueblo sin
concepto de dignidad, que era exclusiva de los que no la tenían: El poder y la
nobleza, luchando, intrigando y asesinando obstáculos para mantener su posición,
sacrificando al pueblo ignorante si hacía falta.
Recordando
esos tiempos, podríamos declarar la independencia de pueblos, que en nuestros días
podrían tener unos cientos de habitantes. No solamente en España, sino en
cualquier país de Europa, de Asia, de África, incluso de fuera de la Tierra,
incluso tendíamos barrios sediciosos y periféricos.
Años de
adoctrinamiento, nos llevan a que algunos de estos lumbreras, nos inculquen el momento
de esos tiempos en los que dignidad era sinónimo de poder, cuando el pedazo del
que quieren ser los pastores y el poder, era sedicioso o bien era gobernado por
el poderoso de turno, cuando demos-gracias era para el pueblo pobre, que su
dignidad era obedecer.
En nuestros
tiempos tenemos poderes democráticos, que son simplemente poderes.
Tenemos un
pueblo culto y estudioso, que sabe lo que le dicen y los adoctrinamientos.
Una vez, Don Sancho, el pobre cabalgador de Rucio, fue nombrado gobernador de una ínsula,
para ser escarnecido, burlado y engañado por el poder.
Un loco, Don Alonso Quijano, habiendo escuchado que existía la dignidad y los
caballeros, salió a luchar con su locura, con sus sueños, con los espejismos de
creer que la dignidad, cabía y podía ser vivida en el poder o en el pueblo.
Luchando contra
los molinos y contra los rebaños, solamente pudo morir en paz comprendiendo su
locura. Dignamente, en la cama donde tanto había soñado.
De nuevo
quieren que Sancho gobierne la Ínsula, los ladrones, los indignos, la ignorante
ambición por el poder, ha adoctrinado, mentido, engañado, al pueblo a los
soñadores, a los débiles que mueren por su falta de dignidad, buscándola para
mayor gloria de los pastores, los ambiciosos, los que les seguirán robando, pues
no hay posibilidad de humanidad en la sociedad, en la división, en la separación.
De nuevo Sancho será engañado, escarnecido, burlado y devuelto al redil, donde
recobre su condición de rebaño.
Expulsados
los que no digan sí, los que deseen pensar por sí mismos, los que piensen que
podemos existir en la hermandad, la igualdad y sin exclusiones o miserias
mentales del pasado. No aceptando los acuerdos de convivencia pactados,
escritos en leyes, imponiendo sus ideas y deseos al pueblo obediente y
excluyendo a los demás que no puedan ser obligados a aceptar su voluntad, ningún
Sancho podrá cabalgar a Rucio, porque será Rucio el que cabalgará e incluso
violará a Sancho.
Hay quien
no necesita pedir o hablar, para saber que solamente desea incansablemente : ¡MÁS!.
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