Huir de la
miseria de nuestros países, de las dictaduras, de la falta de oportunidades, de
la miseria y el hambre.
Huir de la
injusticia, de los poderes, de la corrupción de nuestros países.
Abandonar
hogares y familia, lejos de lo conocido, de los amigos.
Para ser
explotados y abusados por nuestros compatriotas, que venden nuestros cuerpos,
que roban nuestras almas, que amenazan nuestra vida y las de nuestras familias.
Para
formar mafias y bandas, que trafican y roban, que asesinan, que nos hacen formar
parte de ellas, para implantar en los lugares que nos acogen la sociedad en la
que vivíamos antes de huir.
Huir
porque no nos respetan como pueblo, de donde las leyes no nos amparan, donde
las costumbres nos son impuestas.
Para no
respetar las leyes de donde nos acogen, donde no aceptamos sus costumbres,
donde tratamos de traer aquellas circunstancias que nos obligaron a huir.
No es una
cuestión de que la mayoría hayamos cambiado nuestras vidas, sino el que lo que
viene de los lugares de donde tuvimos que huir, viene con gentes que lo
imponían en el lugar de huida. Que son las personas que nos obligan a veces por
nuestra naturaleza, muchas por nuestras dificultades para adaptarnos y hacernos
el camino en el nuevo hogar, a hacer lo mismo que haciamos.
Son los mismos
de los que huimos, los que nos siguen o traen, para hacer lo mismo con nuestra ayuda
en el hogar que queremos establecer.
Vivir con dignidad
no es algo que nos puede dar una tierra, es algo que debemos crear nosotros individualmente,
porque la dignidad de una tierra es la que nosotros aportemos.
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