Obviamente siendo un niño, nunca me
preocupé de saber tan siquiera si lo que le llamaba era verdad, o las
circunstancias por las que su madre trabajaba de noche o de qué.
Tampoco si sus padres eran buena gente
o unos sinvergüenzas, o si era homosexual o maricón, o simplemente se protegía
de los que abusaban de su fuerza, para protegerse.
Yo defendía mi derecho a poder
expresarme libremente.
Un día cuando me cambiaron de colegio,
los otros eran mayores y más grandes que yo. Cuando me llamaron nenaza, maricón,
hijo de puta y otras palabras que desconocía porque eran de mayores, intenté
protestar y defender mi derecho a ser respetado por los demás.
El resultado fue que además me pegaron,
me restregaron con barro o mierda de la que había en la calle, de animales o
gente, y protesté enérgicamente por el hecho de que nadie me defendiese, que
los profesores hicieran como que no sabían nada y que los padres de esos niños
les diesen tan mala educación.
Y es que deberíamos tener el derecho
de poder decir lo que pensemos o nos parezca bien, y además ser respetados por
los demás. Porque eso es lo que dicen los derechos y la libertad, que se debe a
los seres humanos.
Y es que la mayoría de los abusos y
esclavitudes son creadas por mis derechos y mi libertad, que los demás deben
ser obligados a cumplir.
Pedimos derechos, rompiendo escaparates,
robando y destrozando lo que no es nuestro, defendiéndonos de los ricos y
poderosos, que invierten su dinero para darnos el trabajo, que permita que viva
nuestra familia y pueda comer. Cuando lo fácil sería juntarnos unos cuantos,
poner dinero, comprar mercancía a las fábricas, alquilar o comprar un local, y
ser nuestros propios jefes, pagando los impuestos y haciéndonos ricos y
poderosos.
Y es que pedir, está en nuestra
naturaleza de gente. Respeto y responsabilidad en nuestra naturaleza humana.
Elegir una u otra, determinará la sociedad en la que vivimos.
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