Pero no
puede haber Maestros, al desaparecer los discípulos.
El
discípulo, no espera que el Maestro le enseñe o demuestre Su Verdad, sino que
le obligue a encontrar la suya: “Encontrarla entre Todas las Mentiras, de sus
sueños, de lo que cree que es lo que percibe”.
Pero la
forma de pedirlo, la ausencia de responsabilidad y el que todo lo que pedimos
sean nuestros derechos, solamente permite que tengamos profesores, que nos
enseñan a encontrar su Verdad o la que les han dicho que enseñen, en las cosas
que percibimos, creyendo que la Vida es lo que nos dicen, en lugar de lo que
creamos al vivir.
Los
Maestros, nos dan opciones entre las que elegir nuestra Verdad. Nos mienten,
nos quitan lo que encontramos, intentan confundirnos, ridiculizarnos,
desanimarnos, y cuanto pueden hacer para que una vez encontrada no nos quede
duda de: “Cuál es nuestra Verdad”, pues para el
momento en la que la encontramos, tenemos la seguridad de que: “Yo soy mi Verdad”, la diferencia es que sabremos lo que significa ese “Yo”, que habrá dejado de ser el ego.
Para cada
situación y eligiendo el momento propicio, la maldad del Maestro nos debe
llevar a la seguridad, a la entrega a nuestra Verdad, momento en el que el Maestro
desaparece, transformado e integrado en ese Yo.
Nos dicen
lo que necesitamos, lo que debemos pensar, lo que debemos hacer, lo que tenemos
derecho, lo que nos van a dar, y qué debemos sentir y cómo debemos
manifestarlo.
A mí al
menos me parece que no es labor para un Maestro, sino para un pastor de rebaño.
Nos han
enseñado a usar la Tierra para cubrir nuestras necesidades. Extraemos minerales, petróleo, cortamos
los bosques y usamos sus aguas para reciclar nuestra porquería y deshechos.
Vertemos en su atmósfera nuestros gases dañinos para que los recicle, y la
usamos como vertedero de nuestras investigaciones.
Si
pensamos en que nos quiten partes de nuestro cuerpo: “Disminuir el
estómago para comer menos, cerrar la mitad del agujero del culo para que al
cagar menos, necesitar menos alimentos, o quitarnos un ojo para abaratar las
gafas, o una pierna para ahorrar zapatos y facilitar su fabricación, aumentando
la productividad al calzar dos personas con cada par”, nos parecerían burradas y que crearíamos un mal antes o
después. Pero cortamos y destruimos partes del cuerpo de la Tierra, que nos
sorprende cuando sufrimos las consecuencias.
Seguimos
culpando a los demás, de nuestra vida, de las condiciones sociales, de la
delincuencia, corrupción y cuantos males nos vemos obligados a vivir por
haberlos creado nosotros.
La Tierra
debido al movimiento de las placas, terminará creando otra glaciación, otra
época de desertización de gran parte de ella. Donde el exceso de Yang de una
mitad, creará un exceso de Yin en la otra.
Todo lo
que no se adapte desaparecerá, y la Vida encontrará otra forma de manifestarse,
porque incluso se manifestará tras la desaparición de la Tierra.
Vivimos
como vampiros, cuidando los humanos que nos proporcionan sangre. Chupando lo
necesario para que no mueran, cuidándolos para obtener la sangre que
necesitamos.
Pero
cuando es el yo del ego el que vive, cada uno obtiene lo necesario para él. Si
aumenta el número de vampiros, los humanos morirán y los vampiros con ellos, al
no tener sangre (morirá el corazón al no tener nada que mover) de la que
alimentarse.
Pero no es
algo que nos puedan enseñar o dar, sino que lograr luchando y dejando de crear
nuestro ego.
No es
encontrar o que nos muestren la Verdad, sino el ser discípulo lo que nos
enseñará a serla.