En
mi juventud y viviendo en una dictadura, alguien me dijo que algo era verdad. Mi
pensamiento fue: “Que o era un ignorante o un mentiroso”.
Debido
a mi ignorancia, no he sido capaz de cambiar.
Y
es que la verdad, incluso si fuésemos sinceros al decir algo, sólo sería lo que
nosotros vemos o percibimos.
Pensar
que tengo que aceptar una verdad, de alguien que ni tan siquiera me habla en
persona. De alguien que su referencia es mantener el poder y convencerme que si
hago lo que me dice, no sólo viviré yo mejor, sino que el país progresará, me
cuesta cambiar mi opinión de juventud.
La
cuestión es que la Madre Política, me recuerda siempre a esa mujer joven, que
generalmente abandonaba su hogar, para irse a vivir al de su cónyuge, donde la
madre del marido era la presidenta y ostentaba el poder.
Siempre
me he preguntado si la madre política, es la mamá de los políticos solamente, o
habrá otra. Porque hoy en día no somos esclavos de la madre de nadie, al menos
por matrimonio.
Lo
que me lleva a pensar, que la política debe ser, esa madre que mangoneaba y
hacía imposible, la vida de la niña que venía a vivir a su casa.
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