Me pregunto si esto es verdad:
¿Cuántos pensamientos, verdaderamente nuestros podremos crear?, teniendo la
mente llena con lo que nos dicen los demás, negándonos a ser responsables de
nuestro pensamiento y lo que hacemos al crear en la materia lo pensado.
No hay época por antigua que sea, en
la que no encontremos mujeres en la cumbre de sus sociedades. Desde Eva,
reinas, guerreras, filósofas y discípulas de los grandes Maestros, que
posteriormente han sido desterradas de la memoria o incluso estando en los
libros apenas son percibidas conscientemente en nuestra mente.
No es sólo culpa del hombre, ninguno
podría repoblar la Tierra, sin ellas. De alguna manera, es un conformismo o un
no querer aceptar la responsabilidad de ambos. El ambos, no es de dos mitades
separadas sino de un camino.
Pero es en toda nuestra convivencia,
donde hemos separado las mitades, considerando que la única importante es la
nuestra, haciendo lo que alguien nos dice, pensando lo que nos enseñan y
llenando nuestra mente de pensamientos que nunca tenemos que pensar o hacernos
responsables de ellos: Nuestra mente la hemos llenado con lo que alguien dice,
no dejando espacio para pensar.
Los filósofos crearon unas ideas, que
nosotros repetimos, esperando que alguien las corrija, para poder cambiar
nosotros el contenido de nuestra mente. Incapaces de ser los responsables de
mirar lo mismo que vieron esos filósofos y descubrir lo que vemos nosotros, no
ignorando lo que vieron, sino ampliando y aceptando lo que estamos viendo
nosotros.
Estos días, he estado viendo
explicaciones sobre los Evangelios Apócrifos y escritos antiguos que
contradicen lo que hemos aceptado que dijo Jesús, porque alguien ha dicho que
es la verdad de sus enseñanzas.
Aceptamos que alguien es político por
el cargo que decimos que ocupa, no por la función o lo que hace desde esa
ocupación.
Decimos que es esta o aquella
religión, por los libros o la forma de vestir.
Pero en ambos casos, los nombres se
dieron por una forma de ver y hacer: Servir al pueblo o al espíritu.
Lo común de ambas opciones es el Amor,
el Respeto, la Convivencia en Paz, con nosotros mismos y los demás.
Las palabras, los cargos, lo escrito,
las leyes establecidas para marcar lo que somos, son sólo lo que los demás nos
han dado para llenar nuestra mente y que no tengamos espacio para pensar, aceptando
ser los responsables de las consecuencias de esos pensamientos.
Pero lo que realmente debe llenar
nuestra mente, nuestro corazón, nuestro ser, es lo que llevó a que las
funciones de Servicio al Pueblo: Política, filosofía, religión, recibieran ese
nombre: El Amor sin discriminaciones, sujeto u objeto, de Él.
Dios no puede tener nombre o Leyes, ni
vestimentas, ni forma, es sólo el Amor en nuestro ser, lo que le da vida. No
son las enseñanzas, sino nuestra existencia lo que le dará forma.
Si no se Sirve desde la entrega al
pueblo, no se es político.
Si no se busca el nacimiento y Vida
del Amor, no se es filósofo.
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