Cómo es posible, que estemos rodeados: por la
envidia, el odio, la ambición, la miseria, las guerras, y tantas cosas como
hacen que seamos una isla, que no puede permitir que su océano de soledad, sea
invadido por los demás.
Sin darnos cuenta, que para estar
rodeados de miseria, tenemos que ser la opulencia y la ambición, que acumula,
al menos en su mente todo cuanto desea.
Tratando de ver, si realmente existe
Dios, me pregunté: ¿Quién?, teniendo la capacidad y el poder, de controlar mi
vida y la del Universo, puede amarme tanto, que permita mi libertad y capacidad
de decidir qué Dios quiero crear, a qué Dios quiero darle manifestación y que
muestre mi libertad.
Obviamente, mirándome a mí mismo, pude
ver, que no soy yo o quienes me rodean y comparten el Universo. Somos precisamente
los que malgastamos cuanto recibimos, sin ser capaces de compartir y respetar,
menos aún de ayudar y dar libertad a los demás. Nuestra capacidad de amar, es simplemente
aquella de: ¿Qué recibo a cambio?
Al final, no he podido encontrar quién
puede amarme tanto, para dejarme ser libre y tomar mis propias decisiones, para
determinar el Universo en el que estoy obligado a vivir, pero tampoco me
importa cómo se llame o quién es, porque tanto Amor como para amarnos, sin que
le devolvamos algo que se parezca a la gratitud, no lo necesita. Pero llamarle
Dios, o mesa, o tormenta, no me parece lo que debería preocuparme, sino cómo
uso la Libertad y la capacidad de decisión, que me da.
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