No se trata de pensar lo mismo o creer
que nuestra sociedad puede ser cambiada por uno o por un número de nosotros,
que cambiemos y mínimamente, existamos como algo parecido a seres humanos.
Hemos hablado tanto de que lo somos,
de la Humanidad que hemos soñado alcanzar, y que hemos olvidado sumergida en la
pesadilla, de la confrontación, la competencia y el tratar de ser y tener más
que los demás. Luchando continuamente por el poder, que necesita, que seamos nosotros lo que somos incapaces de soñar o de ver tan siquiera en nuestra mente o deseos.
Una sociedad conviviendo en paz como seres humanos, que comparten la Tierra y
el Universo, ayudándonos a crear una desigualdad que nos haga felices al menos a
una gran mayoría.
El Universo y la Vida se nutren de la
desigualdad, que se manifiesta como equilibrio.
Nosotros tratamos de crear un
equilibrio que se nutre de la igualdad, incluso estando seguros de que todos
somos diferentes. Que a pesar del gran número de “capullos” existentes entre
nosotros, no hemos conseguido florecer o dar fruto como humanidad, en paz y
armonía.
Nuestro fruto es la guerra, la
confrontación, el intento de dominar, o ser dominados para no tener
responsabilidad, la insatisfacción, el deseo al no tener o creer que podemos
conseguir lo soñado. El único camino que encontramos, es el de crear problemas
para poder soñar que los resolveremos.
Seguimos con: Guerras, hambre, miseria,
abusos, violaciones, carencia de humanidad, irresponsabilidad, culpando a los
demás, sin darnos cuenta y tener la consciencia de que somos los creadores del
equilibrio perfecto que es manifestado por nuestra sociedad, por la convivencia
de cuantos existimos en la Tierra.
No hay fallo de las Leyes, de las
religiones, de las filosofías, de los gobiernos, del pueblo o de las
circunstancias. El único culpable de nuestra manifestación, creación y
convivencia, somos nosotros, como sociedad, como partes de un todo que se crea
a sí mismo como manifestación de su ser.
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