Los dioses tribales, que nos protegían
y daban alimento, que derrotaban a nuestros enemigos y permitían y nos ayudaban
a conquistar sus territorios, su libertad y apoderarnos de cuanto tenían.
          Los fuimos viendo en los grandes ríos,
en los bosques, los grandes árboles y rocas, los cataclismos y catástrofes propias de
la Naturaleza de la Tierra. Unos nos daban alimento y hogar, de los otros
éramos protegidos por nuestros dioses que eran los que permitían y lograban que
estuviésemos protegidos de cualquier peligro, mientras conseguía que nuestros
enemigos los sufriesen y no encontrasen alimento.
          Al final, nuestra evolución, nos
permitió cambiar el concepto de los dioses que adorábamos, siempre y cuando
consiguiesen el mismo fin: Nuestro poder y protección de peligros y enemigos,
consiguiendo que fuésemos poderosos y ricos, pudiendo apoderarnos de los
bienes, hogares y riquezas de cuantos nos rodeaban, gracias a su ayuda.
          El dios que más poder daba era el
verdadero, pues era impuesto por el poder de las armas, a cuanto enemigo era
conquistado.
          Miles de años han transcurrido, y
seguimos adorando a los dioses, pues les damos nombres diferentes, que nos llevan
a la confrontación, a la guerra y al asesinato de cuantos creen en dioses que
no se llaman como el nuestro que es el verdadero.
          Hemos relatado y creado a un Dios, con
diferentes nombres que es el Origen y Creación del Universo, del cuál somos imagen
y semejanza o su manifestación en la dualidad. Hemos aceptado que sólo hay un
Dios, único y siempre como Uno. Pero que al mismo tiempo tiene al Mal, llamado
por diferentes nombres, que es su contrapoder o su reflejo, su opuesto. Y
estamos nosotros el Universo de la dualidad, el que tiene la responsabilidad de
existir sirviendo y creando el bien o el mal, que es lo que nosotros decimos
ser: Alguien que busca el Bien y Amor de Dios o manifiesta el Mal sirviendo al
diablo o los malos espíritus.
          Decimos ser hijos o creación de Dios,
que Dios es Amor, que todos somos hermanos al provenir de una misma fuente, que
la Humanidad es el conjunto de la manifestación de la Vida en la Tierra como
Amor. Es lo que hay tras las religiones, lo que realmente alguien vio mirando
el Universo que nos rodea, la interrelación de todo Él, al manifestarse como
Uno. Que siendo Uno, sólo puede retroalimentarse y que al ser Eterno, sólo
puede cambiar en su manifestación pero no en su Ser.
          En cambio, a pesar de lo que decimos
de Dios, seguimos manifestando al diablo, al Mal, que se manifiesta en nuestra
sociedad, que tratamos de corregir, tratando de erradicar el mal que nosotros
mismos creamos, pues seguimos siendo sus creadores y origen, desde el Principio
en el que comenzamos a existir.
          Dios es Amor, donde no hay cabida para
el tú o el yo, para el yo o los demás. Más que sus hijos somos sus creadores,
siendo su manifestación en la dualidad.
          Dios sólo existe en nosotros, cuando
le manifestamos de acuerdo al Concepto con el que le hemos definido. Cuando su
hogar es nuestro ser y su templo nuestro corazón. Sólo puede existir si le
damos Vida y Existencia en nosotros mismos. Siendo Todo, sólo puede darle
existencia real, cuando cada una de sus partes, de sus individualidades, le
manifiestan y dan vida.

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