Cuando nacemos, nuestra capacidad
de compararnos con los demás es inexistente, motivo por el cual la aceptación
de lo que somos es total.
Es solamente cuando nos
comparamos, que puede surgir la insatisfacción, el malestar y el sufrimiento.
Cuando una persona se acepta,
está aceptando lo que es en este momento, con la totalidad de sus condiciones.
La mejor calidad de vida que podemos tener es siempre la que tenemos, resulta
imposible tener otra, al menos en este preciso momento.
Hay muchas personas con grandes
problemas y limitaciones de todo tipo, que hacen todo lo que pueden, dan lo
mejor de sí mismas. Esto hace que no tengan limitaciones en sus vidas,
siempre y cuando no se comparen con otros o con ellos mismos con otras
condiciones y que la calidad de vida con la que vive, sea siempre la
máxima con la que puede vivir con las condiciones presentes.
Es condición de todos, que lo que
hemos hecho es siempre lo que podíamos hacer. Lo que nos condiciona para no
poder hacer más en un momento determinado, no es solamente la parte física y la
mental, está también nuestro estado anímico y los condicionantes externos.
Absolutamente todos tenemos
nuestras limitaciones, estas son personales e intransferibles, razón por la
cual todos somos únicos y no debe existir la comparación. En este momento, vivido así, todo es perfecto eternamente.
Las limitaciones no existen en
nosotros, sino en la comparación con nuestras perspectivas. Cuando alguien cree
que estamos limitados, lo peor es, que nosotros lo creamos también. Cuando
damos lo mejor de nosotros, cada instante de nuestras vidas, ¿cómo podemos
pensar que estamos limitados?
No hay condiciones penosas, ni limitaciones para quien acepta su
realidad presente, desde lo que somos, solamente depende de nuestro esfuerzo y
de lo que aprendamos de las circunstancias externas, conseguir transformarnos
en lo que deseamos.
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