Como dice la
gente común acerca de la sociedad democrática, “todos somos iguales, pero unos,
más que otros”.
Esto nos ha
llevado a una carrera, para ver quién hace, unas leyes más igualitarias.
Hemos hecho
leyes para igualar: los sexos, la inteligencia, los accesos a diferentes
actividades, y lo que nos enorgullece sobre todo, las leyes sobre los derechos.
Mientras
tanto, la Vida ,
que como todos sabemos no ha conocido nunca a la democracia, sigue empeñada en
que todo sea diferente, ni tan siquiera ha sido capaz, de crear dos átomos
iguales en billones de años y hay que ver los que hay.
Un día que
íbamos casi todos los del templo, a visitar un lugar donde escribían signos
chinos o japoneses en piedras pequeñas, le preguntamos al Maestro, cual le
gustaba a Él, para comprárselo. Todos pensamos que nos diría una palabra como:
amor, libertad, paz u otra de las que nosotros siempre pensamos como
importantes. La que nos pidió fue “armonía”. No sin cierta extrañeza por
la palabra escogida, se la compramos.
Viendo ahora
el universo, lleno de cosas y seres diferentes, todo ello viviendo en armonía,
veo la grandeza de su entendimiento, al no pedir, palabras más rimbombantes y aparentemente
mucho más importantes y populares para nosotros.
Todavía no
consigo comprender, el por qué se empeñan algunos en elegir las personas para
una actividad, por sexos, en lugar de por su valía o idoneidad para la labor
que deben desempeñar. Sé que las leyes deben de ser iguales para todos, lo que
no veo es por qué la justicia, para serlo, tenga que dar una misma respuesta en
situaciones iguales, cuando las personas, la motivación y las circunstancias, son
diferentes.
Creo
sinceramente, que cuando pretendemos que todos seamos iguales, construimos la
mayor desigualdad que puede existir. Personalmente, prefiero ser único como la
vida me ha creado, a que me conviertan en un clon de otro. Prefiero mi libertad
de ser como soy, a que alguien decida cambiarme, sin importarme si cree que es
para mejor, incluso si lo fuese, prefiero mi libertad.
Disfruto y
agradezco a la vida, que halla hecho, diferentes, al hombre y la mujer. Confío
que esta desigualdad dure eternamente. Cada uno, según la teoría del Yin y del
Yang, somos la mitad no separable, de un ser humano, de una pareja.
Una mujer, ve
la vida, piensa, siente y vive, diferentemente a como lo hace el hombre. La
mujer realiza sus funciones siendo Yin, en relación al hombre que es Yang. ¿Por
qué, el lóbulo derecho del cerebro que es Yang y masculino, maneja el lado izquierdo
del cuerpo, que es Yin y femenino?, ¿nos extrañamos, cuando una mano sujeta,
mientras la otra hace?, ¿no es natural, empujar con el pie de apoyo hacia
atrás, para movernos hacia delante?. La mujer, por mucho que lo intentemos será
siempre diferente del hombre, es una ley de Vida, si alguien quisiera que se lo
explicara mejor, le diría, que una mujer, será siempre diferente que cualquier
otra, incluso que ella misma en instantes diferentes, es una ley de Vida.
El problema
para que se consiga la igualdad, es que no es posible. El problema para que
vivamos siendo desiguales, es que para hacerlo bien, (vivir bien), es
imprescindible la armonía.
Un buen
compositor o un buen director, independientemente de lo que componga o dirija,
tiene que conseguir, que: instrumentos, cosas o personas diferentes; siendo,
sonando o actuando diferentemente cada uno, originen un resultado armonioso, con
todos ellos juntos.
Es imposible que la Vida o alguien, puedan
hacernos iguales, lo que nada ni nadie puede evitar, es, que vivamos en Armonía
si queremos.
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