Es fácil
constatar a través de nuestra historia, especialmente en occidente, que nuestra
relación con el concepto y la imagen de dios, ha sido bastante mediocre por no
decir totalmente equivocada, al menos en mi opinión.
A pesar de
tener una palabra para definir lo que es infinito, eterno, absoluto, no nacido,
y podríamos seguir con un número infinito de atributos y definiciones que se
incluyen en la palabra dios. No estoy hablando de religión sino de lenguaje, de
gramática, de idioma, es por ello que en cada idioma se escribe y pronuncia
diferente. Pero su equivalencia en el significado que los libros dan a esta
palabra, es el mismo en todos los idiomas.
Todos, probablemente sabemos, que a lo largo de nuestra prehistoria e historia, las
explicaciones y escritos acerca de sus atributos y nombres, han sido amplias y
variadas. Esto ha originado innumerables conflictos, peleas y guerras,
intentando decidir que dios era el mejor, nos daba más y era más poderoso.
Cuando el
concepto de dios comenzó a cambiar, desde la mera gratitud hacia lo que nos
colmaba las necesidades: ríos, bosques, viento, sol, … entramos en el del miedo
de lo poderoso: fuego, rayo, tormenta y demás cataclismos que nos dejaban
anonadados e indefensos ante su poder. Afortunadamente “el hombre” comenzó a
inquietarse por medio de la mente y comenzó a vivir en las abstracciones
también. Es el comienzo del concepto de dios, como lo concebimos en la
actualidad. Zoroastro y Hermes pienso que son los que comienzan a desarrollar
este nuevo concepto.
La diferencia
entre estos conceptos, no es demasiado grande, uno de ellos no se ha planteado la
separación y se mueve por gratitud y miedo, el otro por la razón, creando el
concepto de un dios absoluto protegiendo su creación. Resultado, los mismos conflictos,
las mismas peleas y la continuación de las guerras.
El concepto
de Dios Absoluto, había comenzado sin base. Aún en nuestros días, seguimos
creyendo que mi dios absoluto es mejor que el de los demás, que el nombre de mi
dios absoluto es más verdadero que el de los otros.
El ver toda
esta confusión, vernos tan perdidos en discusiones y peleas tontas y banales y
probablemente por Su inmenso amor y compasión, un día, hace miles de años,
llamó a Moisés y le dio la piedra. Dudo que le dijese algo, “Dios no habla”, Moisés
no pudo verle, “Dios es todo y esta en todas partes”, pero Moisés si le escuchó
en su corazón y vio la piedra.
En ella
solamente estaban “los diez
mandamientos”, no había firma, ni imagen del autor. Los Diez Mandamientos
están en la naturaleza del Ser Humano.
El primero “amarás a Dios sobre todas la
cosas”, podríamos decir que es el único necesario. Dios es todo, amarle
significa que, todo es: lo demás y tu, no queda nada por debajo ni sobre algo,
si realmente amas es porque eres amor, no hay nadie a quien amar separado de
algo, tampoco nadie a quien dañar.
El segundo, “amarás al prójimo como a ti
mismo”. Sabiendo que nos cuesta entender el concepto Dios, por si acaso a
alguien no le quedaba claro, se repite “hay que amar todo”.
Los demás,
son simplemente las reglas de convivencia, para los que no llegan a entender lo
simple y obvio. Si te peleas y haces daño, es el fruto que encontrarás en tu
vida.
Todo ello se gravó en piedra, para que
fuese difícil cambiar las palabras, para que supiésemos que estos mandamientos
son eternos, no hay firma porque Dios no tiene nombre, no hay imagen de Dios
porque nada puede verle siendo Todo. Son la explicación de nuestra Naturaleza
Eterna como Seres Humanos, la letra de amor para la música de nuestro corazón,
la piedra símbolo de nuestra eternidad.
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