Es en la
niñez transcurrida en un pueblo andaluz, con sus imágenes del Nazareno, el
Crucificado, La Columna y tantas Vírgenes sufrientes por el sacrificio de Su
Hijo, donde se va configurando mi concepción de Dios, las ideas sobre la vida y
mis valores. En Madrid, la niñez acerca de estos conceptos va madurando y
quizás podamos decir que llega a la pubertad. Es cuando comienzo a ver un dios
menos sufriente, más lleno de felicidad y una vida menos regalada y más
construida por nosotros.
Podríamos decir
que es en una edad adulta, cuando comienzo a saber de otras religiones y
conceptos acerca de la construcción de la vida. De las cuales pensé en esa
época, que eran para gente moderna, que eran religiones y filosofías ateas y no
llegué a saber ni sentirme realmente interesado por ninguna de ellas.
Es en India,
en Ajanta y Ellora, en sus cuevas, donde descubro al Buda por primera vez. En
la penumbra, pétreo, inmóvil, su tranquilidad me impacta. Sentado o de pie
frente a Él, algo conecta conmigo, conmoviendo una parte yaciente de mi
interior.
En mi
deambular por India, Ceilán, Sudeste Asiático y demás países budistas fui
conociendo algo sobre Él y la vida de Siddharta.
El segundo descubrimiento
fue en una pequeña isla de Australia, en la Gran Barrera de Coral, unos 300m²
rodeados de Pacífico, algo de comida, agua y lo que yo creía un diccionario, que
resultó ser un Nuevo Testamento en ingles. Durante una semana de lectura, un día sentí que dios comenzaba a ser más
Dios.
En Japón y
gracias a la limpieza que hizo el Maestro, descubrí que dios era realmente
Dios.
La mayoría de
los templos construidos por el hombre en honor de dios, son en realidad la
imagen que hacemos de nuestro universo, con la imagen sufriente de nuestro ser
en la cruz del ego, cargada con el sufrimiento de: nuestra rapiña, deseos de
poseer riquezas y poder, tratando de construir un dios a nuestra imagen y
semejanza, con una religión que le confiere los poderes que deseamos.
Jesús sigue
feliz con su cruz, vino para trascender el ego, fue tentado en su camino a
Cristo, rechazando ser el dueño del universo que le ofrecían, al elegir servir
a Dios, a la Verdad. Cristo sigue feliz, en la seguridad de ser el Hijo del
Todo, nunca dijo que lo demás no lo sea. Es por ello que no tenía que reinar,
poseer ni conquistar nada, solamente vino para entregarnos su Verdad que es
nuestra verdad. Está en nosotros la libertad de convertirla, transformarla en
nuestra Verdad.
Siddharta
tenía poder, riquezas y un futuro como conquistador y rey del mundo conocido.
Cumplió con sus responsabilidades como príncipe, como hijo y marido y decidió
dedicar su vida a encontrar el origen del sufrimiento, para resolver así el
gran problema de la humanidad.
En los
sufrimientos pasados en su práctica, el tesón puesto en ello, le llevaron a
estar dispuesto a entregar su vida o encontrar la respuesta. Al entregar su
ego, la respuesta le fue revelada por su propio Ser. La ignorancia, el
aferrarse a algo y especialmente nuestra actitud incorrecta respecto a la Vida,
son el origen del sufrimiento.
Saber que el
sufrimiento es creado por nosotros, su entrega absoluta al Todo, le llevaron a
esa paz profunda y absoluta que nos transmitió con su vida y que yo sentí en
las cuevas de Ajanta.
Encontrarle a
Él, me ayudó a encontrar a los demás dioses, al final pude comprender que Dios
no era moderno en ninguno de sus nombres, bajo ellos solamente está el eterno, ellos
encontraron su verdad en la renuncia: del poder, del ego; con esfuerzo y
constancia. Y simplemente nos enseñaron el camino con sus vidas y sus
explicaciones. Solamente nosotros podemos recorrerlo, cada uno el suyo, el
método es el mismo.
La meta es
esa paz que puede verse incluso en sus sufrimientos, es saber que la vida
espiritual solamente puede vivirse desde la materia, Jesús renunció a su vida y
resucito como Cristo al tercer día, Siddharta entregó su vida para encontrar la
Verdad y vivió como Buda para transmitirla.
Es en la aceptación absoluta de lo que
creemos y de lo que realmente somos, la entrega absoluta a lo absoluto, al Todo,
lo que nos permite vivir eternamente en esa paz, perdemos lo que nuestro ego
es, para vivir como lo que realmente somos. Nuestro todo es temporal, Todo es
eterno.
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