Aun te sigo buscando,
sabiéndote
en todas partes,
sin
saber como te llamas,
con
nombres irrecordables
te
llamaron en todo tiempo,
y a
todos contestaste.
Estás en el árbol solitario
que
crece y crece,
sin
regarlo nadie,
en el sol
que perezoso
asoma
tras las montañas,
flotando
en el aire,
en
aquellas estrellas
lo que
tu solo sabes
y
estando aquí,
allí y
en todas partes,
¿para
qué darte nombre?,
¿para
qué buscarte?,
si allí
donde esté,
siempre
podré encontrarte.
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