DINAPIGUE (10 - IV - 82)
En la pequeña habitación, el vacío, el
silencio absoluto.
El compositor escucha atentamente, las
infinitas notas, componentes de la sinfonía perfecta del silencio.
Cruza por su mente, la primera nota de la
nueva música, el arpegio, claro, suave, rompe el espacio, llenando con sus
vibraciones, el vacío de la habitación.
La nueva sinfonía ha comenzado, por un
momento fugaz, cruzan por su mente, todos los músicos y sus instrumentos. Y le
va dando a cada uno su función.
En una sucesión rápida, las notas aparecen y
la orquesta empieza a tocar.
Todas las probabilidades, van desapareciendo,
ante la realidad de cada nota. Ahora ésta, luego la otra y aquella es la que
acaba de sonar.
Los músicos, cada uno estudia y organiza las
suyas, esperando su turno de lanzarlas al vacío, donde viajarán por el tiempo y
el espacio.
Por un momento, el autor se concentra de
nuevo. Las notas vuelven a él y el silencio, se deja oír de nuevo.
Los músicos y sus instrumentos, las notas,
una a una, son repasadas de nuevo. La función, el trabajo, sus vibraciones, su
sonoridad, la relación con lo demás y si la salida del instrumento ha sido
oportuna.
Todo ordenado y nuevo, vuelve al espacio,
otra vez las posibilidades comienzan a ser realidades, sólo cuando cada parte y
nota esté ocupando su lugar, la sinfonía quedará acabada y podrá vivir
para siempre con su autor, en el silencio. Siendo Silencio.
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