Se celebra el
V centenario de Sta. Teresa, uno de los exponentes de la mística española y
católica, aún mayor por ser mujer y la época en la que vivió. De alguna manera
he relacionado su centenario con la mística en general, y trataré de expresar mi opinión.
En muchas de
las escrituras de religiones antiguas, se dice claramente que Dios es siempre
absoluto, mientras que puede haber dioses con nombres diferentes.
La mayor
dificultad que siempre he encontrado para los místicos occidentales, la mayoría
cristianos en su búsqueda, ha sido el punto de partida, el comenzar con los conceptos y dogmas
que la religión cristiana tiene.
El comienzo
casi siempre es el de castigar y negar el cuerpo, como origen del pecado. Dentro
del profundo dualismo que existe, más en
la religión, que en el cristianismo, difícilmente puedes dedicar tu esfuerzo a
encontrar la unión existente, eterna e imposible de ser modificada.
Es difícil
poder imaginar un tipo de unión, con el concepto en el cual, yo soy la creación
y Él es el Creador; yo soy el pecado y Él el Salvador; y sobre todo, cuando yo no
puedo unirme, si la chispa divina no es encendida por Él. El concepto de que el
bien y el mal no pueden ni deben coexistir, que la materia y el espíritu son
incompatibles, toda esta concepción de la dualidad, en la cual una de las dos
mitades debe y tiene que ser destruida para dejar solamente la otra mitad, el
bien, hace que las posibilidades de que una persona que se interne en el
misticismo, no lo haga con odio, antipatía o desprecio hacia la materia, sean
escasas.
Esto hace,
que al final en sus escritos, la unión con dios es algo que aparentemente es
percibido, y otras veces se intenta no percibirlo.
En oriente,
la unión con Dios es algo aceptado desde el principio, el problema no es la
materia, el espíritu o que haya una diferencia entre la creación y el creador,
la negación de una creación o un creador esta implícitamente aceptada en sus filosofías.
Todo es Uno, solamente hay una existencia que es Absoluta y el problema está en
la percepción que nosotros tenemos de la realidad.
Al ser un
problema creado por nuestra propia equivocación, no hay nada que cambiar o
negar, no hay una mitad confrontada con otra, el conflicto está solamente en
nuestra ignorancia, en nuestra percepción de la realidad.
La meta está
en transcender la ignorancia, el sentimiento de dualidad, el salir de esta
dualidad, para que siendo todo lo mismo y sin ningún cambio en la vida, podamos
estar integrados en ella de tal manera, que no podamos percibir, unidad o
dualidad, dios o creación, bien o mal, cielo o infierno. Cuando nada de esto es
percibido, por la perdida del sentimiento de separación, sin crear el de unión,
es cuando todo es Uno, cuando uno es Todo. Esta realidad es eterna, sin
principio o final, razón por la cual, la lucha por conseguirla es innecesaria,
el sentirla es estar fuera de ella, el creer que debe o puede ser conseguida es
ignorancia, el decir que somos uno es la dualidad.
Siempre hemos sido Una sola Vida, Un solo Dios,
en su naturaleza de Amor solamente puede ser expresado en la Nada, en la negación
de los Sutras está la afirmación de esta realidad, siendo Todo Uno, ¿qué puede
ser percibido?, ¿qué puede ser conocido?, ¿qué puede ser encontrado?, ¿qué
puede sobrar?, ¿Dónde o qué puede ser bueno o malo?.
Aunque sus opiniones también son objeto de controversia en el mundo científico, el genetista Dean Hamer propugna la existencia de un gen de Dios, afirmando que uno de los alelos del gen VMAT2 es la base genética para la autotrascendencia. Supongo que a la neurociencia todavía le queda un largo camino para llegar a establecer si las experiencias místicas o las iluminaciones son algo más que la derivada de las interacciones de sustancias químicas y conexiones electromagnéticas en el cerebro. Hasta entonces tendremos que ser prudentes con la asunción, como indubitables, de principios y verdades absolutas en estos ámbitos, procedan de quien o donde procedan.
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