Cuando pienso
en el tiempo que han necesitado mis células para poder formar mi cuerpo, el
esfuerzo realizado para crear un cerebro capaz de pensar. Cuando miro al cielo
y veo al sol brillando durante millones de años, las nubes retornando año tras
año para dar sombra y regar la tierra, las estrellas que esperaron
pacientemente para que pudiera alegrarme viéndolas a mi llegada, los frutos y
las plantas que mucho antes de mi llegada, estuvieron mejorándose a sí mismas
durante millones de años para ser mi sustento.
Qué se puede
sentir sino una inmensa gratitud, por ese tiempo inmemorial en el que la vida
ha estado desarrollándose y aprendiendo, para ser yo.
A pesar de
que continuamente lo que la vida nos muestra, es que sigue hoy día siendo la
misma que acogió el nacimiento del universo, nos seguimos desesperando por lo
que creemos perder: cosas, saludes, cuerpos, sueños, deseos, todo aquello que
por querer poseer o conservar, hace que nuestra mano se cierre alrededor.
En Budismo se
dice que la vida es un fluir, el cual se realiza cuando vivimos con la mano
abierta. Todo lo que la Vida posa en nuestra mano, podemos utilizarlo durante
el tiempo que descansa en ella, con absoluta libertad. Al ser la Vida Libertad,
todo debe continuar con su responsabilidad de ser lo que es, y debe seguir su
camino. Cuando queremos poseer o conservar algo, coartamos su libertad y nos
produce dolor cuando tiene que abrir nuestra mano para seguir su camino.
El árbol que estamos
contemplando, es la misma vida que desde el principio de la tierra ha ido entregándose
a cada semilla; ha sido la vida universal que ha ido aceptando cuantas
constelaciones y planetas ha querido tener el universo, la que vive en la
tierra; es la misma Vida anterior al Universo la que vive en Todo.
Es natural que cuando algo se
aleja, nos produzca momentos de dolor y duelo. Pero quizás, el mayor dolor y
desesperación, es el producido por el sentimiento de frustración, al no poder
mantener vivo en nosotros, aquello que formó y es parte de nuestra vida, al transformase
su materia en otras formas de vida.
Nuestra vida
es la misma que acogió al universo en su nacimiento, la Vida simplemente se
manifiesta en formas diferentes y como dice el Budismo, “todo lo que nace es
impermanente” y nuestras filosofías dicen, “que todo lo que tiene un principio
tiene un final”, también se dice de una manera que es algo más difícil de
entender, “todo lo que nace, muere”. En el hinduismo Shiva, es frecuente que se
le conozca como el dios de la muerte, siendo que es el dios de la
“regeneración”.
La
impermanencia del Budismo es solamente en el mundo dual, en el Buda no existe
el tiempo ni el espacio, porque es Eterno, su eternidad no es un espacio de
tiempo infinito, su Eternidad es un Ahora Infinito; la vida es aquí y ahora, en
una que es Vida AquíyAhora Infinita.
Cuando
nuestros padres, abuelos, amigos y las circunstancias de la vida, permanecen
vivas en nosotros, los cambios que se producen en su materia, no pueden
llevarse esa vida que es independiente de ella. Nuestras células, nuestros
espermatozoides y óvulos, son herederos y manifiestan una vida que ha
permanecido constante, a pesar de los cambios.
La Vida se
manifiesta en un número infinito de formas, el universo se expande pero la Vida
es siempre la misma; la cantidad de formas, de individualidades, de universos,
pueden variar y ser muchas más o menos, la Vida sigue sin cambiar.
La Vida Eterna, es el Infinito Vacío de
Amor que acoge y se entrega a Todo. La Vida es Eterna, cuando no matamos o
perdemos lo que ha vivido en y por nosotros, cuando no olvidamos que somos la
continuación del pasado, y no como algo diferente. Continuamente, ayer se
convierte en hoy, el hoy en el ahora y el tiempo en el Ahora Infinito. Nuestra
vida no es infinita, nosotros somos Infinitos porque somos Vida y la Vida
siempre es Infinita.
La vida no tiene fin ni lo tendra
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