Normalmente,
cuando alguno de nosotros decía que estaba o tenía una preocupación, el Maestro
nos decía que no nos preocupáramos, no importaba cuantas veces o cuantos de
nosotros se lo dijéramos. “Me ha sucedido, he visto, he oído, me ha escrito
alguien y … estoy preocupado”, una y otra vez, incansable e indefectiblemente
la respuesta era: “Don’t worry”, “no te preocupes”.
El tiempo
pasaba y poco a poco, nuestras vidas iban entrando en el día a día del templo,
cada día era parecido al anterior, teníamos asegurada la comida, el techo, un
buen Maestro que cuidaba de nosotros, la vida era cada vez más tranquila y si
estabas metido en la “práctica del Zen”, vista desde fuera más dura. Pocas
horas de sueño, meditación casi cada momento en los que no teníamos actividad
del templo, a veces noches sin dormir y un día cuando te empezabas a sentir
bien, y surgía algún problema, lleno de confianza en tu conocimiento, en tu
aprendizaje de las enseñanzas del Maestro, le decías: “No estoy preocupado”,
una cariñosa mirada con amplia sonrisa, y un consejo: “No seas despreocupado”.
Finalmente encontrabas,
que no tenías que hacer mucho caso o tratar de aprender de memoria lo que te
decía el Maestro, solamente ocuparte, ¿de qué? Qué importa, ocuparte de vivir,
ser lo que eres, hacer lo que tienes que hacer, cuando y donde debes, no
intentar hacer nada antes de tiempo, “pre-ocuparte”,
o querer vivir en la irresponsabilidad, “des-pre-ocuparte”.
En estos momentos era cuando, el Maestro al mirarte, te sonreía: exactamente igual que siempre.
Muchas veces
he comentado que nunca me enseñó nada, pero qué te puede enseñar una persona:
que todo le parece bien, que ve la vida perfecta tal como es; que te ve como tú
nunca te has visto, perfecto; que por muy poco que hagas, le parece suficiente;
que cuanto peor hagas una cosa más confianza te da; que si le dices una tontería,
te la envuelve para que te parezca hermosa; que si vas con una respuesta
copiada del mismo Buda, te hace dudar, cuando te afirma; que cuando vas con tu
ego por todo lo alto con algo que has pensado, te eleva aún más, hasta que
aterrorizado de tu altura, bajas de nuevo a tierra. En fin, una persona que no
tenía nada que enseñar.
Es quizás por
ello que yo doy explicaciones, intento ponerme en una posición diferente del
que escribe, para comentar con una visión diferente, pero lo que si aprendí es
a ocuparme más que a preocuparme, y a escuchar más que a oír. Tantos años en países, donde no entendía, lo que la gente hablaba a mi alrededor, tantos cambios de
costumbres y sobre todo mi mala memoria y una deficiente predisposición para
los idiomas y las pronunciaciones, hicieron que estuviese más atento a lo que
querían decirme, que a lo que estaban diciendo. Llegó un momento en el que a
veces, podía entender antes lo que estaba pidiendo el Maestro, que los que sabían
japonés, nunca tuve miedo de porfiar con los traductores, acerca de su traducción
en las conversaciones que tenía con Él, incluso algunas veces en las
traducciones de sus “charlas” al grupo, porque de alguna manera, había
aprendido a ser honesto conmigo mismo, pero sobre todo estaba dispuesto a aceptar
el estar equivocado.
Es normal
para mí, el que una persona como mi Maestro, no me enseñara nada, que su opinión
solamente sirviera para estimularme y que aprendiese a corregir mi dirección. Pero
yo no estoy en esa posición, por eso expreso opiniones, por eso intento mirar
desde posiciones diferentes, para ello necesito solamente escuchar lo que me
dice el escritor, ver la posición desde donde la comenta y mirarlo desde otro
sitio.
La Vida es lo que todos vemos, por ello
considero importante dar una visión más, incluso las equivocadas, son nuestra visión
de la realidad que percibimos. Todas son útiles y necesarias para las personas
que desean vivir sin opinión, sin preferencias, pero aceptando y dando todas
las opiniones.
Si deseas ir por el Camino Único, no
desprecies ni siquiera el mundo de los sentidos y las ideas.
En realidad, aceptarlo plenamente es idéntico
a la verdadera Iluminación.
El hombre sabio no persigue ninguna meta, pero
el tonto se encadena a sí mismo.
Hay un Dharma, una verdad, una ley, no
varias; las distinciones surgen por las tenaces necesidades del ignorante.
Buscar la Mente con la mente discriminatoria es el mayor de
los errores.
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