Leía ayer por la mañana en la página de Lucía Tao, una de las historias de Nasrudín, acerca de
las enseñanzas sufís.
Al hacerlo,
recordé las primeras veces que me encontré con ellas, hace ya unos años. Mi
reacción esas primeras veces, fue la de no poder parar de reírme, con las
situaciones tan disparatadas y cómicas del inocentón y simplón “Mulá Nasrudin”.
Pasaron años,
antes, de que parte de mis risas, se convirtieran en lágrimas de tristeza, ante
semejantes parodias de nuestros despropósitos, pasados tantos años.
Pasó de ser
las lecturas de un Jaimito extranjero, a recordar otro chiste o situación, en
una película española antigua: “Un maño caminando a lo largo de la vía del
tren, el tren acercándose, y ¿qué dice el maño?, “Chufla, chufla, que como no te apartes tú”,”.
Esta
situación me vino a la memoria, junto a las lágrimas por tanto despropósito
como vemos a diario en nuestras vidas y los medios de comunicación nos repiten
continuamente.
No se si lo
que deberíamos sentir es: vergüenza, pena, tristeza o simplemente, reconocer
nuestra impotencia para aprender. Estos cuentos y otros más antiguos, nos
explican los problemas que nos creamos, debido a la actitud con la que vivimos.
Siendo la cumbre de la Creación, todo cambiará para poder adaptarse a nuestros
intereses y conveniencias, nosotros solamente tenemos que desear algo, para que
la Vida esté obligada a realizarlo.
Por supuesto,
ni tan siquiera en la película el tren cambió su camino, porque el hombre piense,
que siempre tiene prioridad. La Vida y sus condiciones tampoco lo harán.
En los cuentos de Nasrudin, las
situaciones reflejan con tal nitidez nuestra posición en la vida, y nuestra
actitud al relacionarnos con ella, que nos parecen cómicas e irreales.
Pero basta,
con pararse un momento y volver a leerlas con atención y desde el interior, vaciar la mente de todos nuestros conceptos,
manías, ego y nosotros mismos, para poder ver el fondo y las enseñanzas, acerca
de la mejor manera de vivir, sin ir cayendo en los problemas.
Nasrudin nos
introduce en una vida en la que la simpleza, la aceptación, la gratitud y el
ver el lado bueno de las cosas, es lo importante. Fuera de pretensiones,
grandes conocimientos, y ningún sentido común.
Cuando Nasrudin tenía una tintorería, vino un cliente
que le dijo:
¿Podrías teñirme este vestido?
¿De qué color lo quieres?
Ah, nada complicado, pero que no sea: ni rojo, ni
verde, ni blanco, ni negro, ni amarillo, ni lila. Bien, ya me entiendes, no
querría ningún color conocido, pero fuera de esto, nada especial. ¿Me lo puedes
hacer?
¡Claro que sí, hombre! Pasa a recogerlo cuando
quieras, pero que no sea: ni lunes, ni martes, tampoco miércoles, ni jueves y
menos el viernes.
¡Ah, el sábado y el domingo está cerrado. Fuera de
esto, ya lo sabes, siempre y cuando quieras.
Es más o menos como vivimos, pedimos cosas
simples a la vida, que no hay ningún problema en conseguirlas: políticos honrados
y eficientes, capital dedicado a generar bienestar, empresarios que nos den
puestos de trabajo de por vida con muy buenos sueldos, precios baratos y
justos, trabajadores comprometidos con la empresa, ciudadanos honrados y
decentes, que no haya delincuencia y alguna cosilla más, también sin
importancia y fácil de que la Vida nos las dé, como: mares y ríos limpios, aire
sin contaminar, un clima estable, felicidad y buena salud.
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