Hay una vieja
historia que se cuenta en el mundo del Zen, que me ha vuelto a la memoria. Es
de la dueña de una posada para los caminantes y una buena practicante del Camino. La posada
estaba situada en un cruce de caminos, y era la última parada y descanso para muchos
buscadores, al estar situada cerca de un monasterio donde había un buen Maestro.
La dueña acudía cuando su tiempo se lo permitía a practicar con él, era una
gran defensora del Budismo e intentaba ayudar a cuantos pasaban por su posada en la búsqueda del Camino.
Un día, llegó
un joven monje que deseaba profundizar en su forma de entender y vivir el
Camino, sabiendo que el monasterio estaba lleno, le ofreció una casita de jardín
que tenía desocupada, le alimentó, le dio ropas y cuanto necesitó durante siete
años, durante los cuales solamente se dedicó a meditar y sus actividades para
alcanzar la iluminación.
La dueña de
la posada viendo el porte, la forma de hablar, lo educado y piadoso que era el
joven monje, quiso comprobar hasta donde llegaba su: virtud, entendimiento y la
profundidad que había logrado.
Con las
primeras sombras de la tarde, mandó a una joven y bellísima doncella con una
jarra de té, para ofrecérsela al joven monje. La joven llamó a la puerta, le
ofreció lo que llevaba abriéndose el kimono, debajo del cual llevaba por única
ropa su tersa piel.
El joven
monje, recordando sus votos de castidad, la rechazó con energía y de nada sirvió
la insistencia de la joven, que fue rechazada como enviada del diablo para
tentar la firmeza de los votos del joven monje. “Fuera, fuera, tentación
enviada del diablo para probar mi santidad”.
La joven fue
a ver a la dueña de la posada, y le explicó lo que había pasado, el rechazo del
joven, defendiendo con toda su energía, su castidad y santidad.
No había
terminado la explicación la bella joven, cuando la dueña en un arrebato de
frustración, salió de sus aposentos, se dirigió a la cabaña del joven monje,
gritando, “He estado alimentando durante siete años a un parásito, he perdido
mi tiempo y dinero alimentando a un inútil, sal ahora mismo de mi casa, tú
bueno para nada”. No bien hubo salido el joven, prendió fuego a la cabaña, reduciéndola
a cenizas.
Son historias
que a veces son usadas como koan, es difícil de entender, que una simple
posadera, pudiera dudar de la convicción de un monje para cumplir sus votos,
que además el monje no había sucumbido en la prueba y había mantenido su
castidad y santidad, a pesar de la belleza y facilidad para aceptar y poseer a
la joven, sin que nadie se enterase al estar anocheciendo.
Y además fue
expulsado en plena noche por mantener sus votos.
¿Pero realmente
había mantenido sus votos?, ¿había hecho lo que había prometido como buscador
del Camino?, ¿En qué había pensado al rechazar a la joven?
Uno de los
votos que se hacen al ordenarse como monje, o en la ceremonia de, “Jukai” (16
preceptos del Bodhisattva), en el cual te comprometes a: “dedicar tu vida al servicio de los demás y no cruzar a la otra orilla
hasta que el último ser sintiente o no, haya cruzado y esté a salvo”.
Tras siete
años en la posada, siendo atendido por todos y todas las personas que
trabajaban allí, nunca había recibido ofrecimiento alguno. La rechazó
simplemente por su santidad, por su salvación, por sí mismo, sin tener un solo
pensamiento hacia la joven, ni importarle por las circunstancias por las que le
estaba haciendo el ofrecimiento.
La rechazó
sin una sola pregunta, sin interesarse por ella, sin preocuparse por la salvación
o las necesidades de un ser, que estaba justo delante de él en ese momento, sin
ver si podía ser salvada o tan siquiera si era necesario.
Había aprendido
las escrituras de los sutras, conocía los preceptos del Zen en profundidad,
seguía todas las reglas y preceptos, solamente para su salvación y recompensa
final de la iluminación, pero había desatendido el Espíritu del Zen, que no
difiere del de las religiones, ni del Espíritu del Tao, ni del Espíritu de la
Vida: Todo es Uno, no puedes estar Completamente Iluminado si hay algo que no lo
está. Si piensas solamente en tu pequeño ser, no se puede encontrar el
Verdadero Ser, que somos.
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