Este artículo fue publicado anteriormente el 4-10-13
Hay en nuestros días un gran
movimiento reclamando el derecho a una muerte digna, algo que me deja un poco
perplejo.
Para muchas personas que piden
esto como un derecho, el problema que encuentran es el de la religión. Quizás
porque según estas personas, la religión es intransigente, con los conceptos
que mantienen los defensores de esta idea.
Creo, que la mayoría de las veces
el verdadero conflicto en los temas morales, reside más bien en el propio concepto de las ideas
principales. ¿Tenemos realmente un concepto claro acerca de la vida?, ¿sabemos
quién somos y nuestra función en la vida?, yo escribiría mejor VIDA para que el
concepto de la relación con ella pueda quedar más claro.
Me pregunto, si mucho antes de
que los humanos estuviesen presentes, alguna de las formas de vida existentes
hubiera decidido: que las circunstancias eran demasiado duras y decidiera
terminar, no seguir luchando, darse por vencida, ¿cómo sería la vida presente?.
De alguna forma somos la
consecuencia, el resultado, de la evolución durante millones de años,
conseguida por el esfuerzo de un número inmensurable de seres, que se han
enfrentado a todo tipo de circunstancias.
Dicen los científicos que tras
una gran explosión (big ban), si es que creemos en esta teoría, o con cualquier
otra, el universo sigue expandiéndose. En algún momento del pasado una pequeña
bolita incandescente, se queda girando alrededor de nuestro sol. Después de
unos pocos millones de años, se enfría lo suficiente y se dan las condiciones,
para que aparezca una primera manifestación de vida como la conocemos. Y he
aquí la maravilla, un milagro, algo aparentemente imposible, donde no había
nada, ha aparecido una gran y primera bacteria. Como podemos suponer, nunca
había estado en ningún sitio, era su primera vez para todo y para más
complicación no había nadie para enseñarla.
No creo que su vida fuese fácil,
sencilla o cómoda, pero fueron apareciendo más y más bacterias, que fueron
adaptándose a las circunstancias con gran esfuerzo, de todos y cada uno de los
individuos, esfuerzo mantenido durante millones de años. Como consecuencia de
ese esfuerzo fueron evolucionando y cambiando su apariencia. Unos problemas
fueron resueltos desarrollando ojos, otros piernas, aletas, escamas, alas,
corazón, pulmones, . . ..
Fueron seres unicelulares,
multicelulares, tomaron forma de plantas, peces, animales, dinosaurios y
pasados muchos millones de años llegaron los homínidos. Para este momento los
cerebros se habían desarrollado bastante y la nueva mutación, el nuevo ser,
tendría la función de desarrollar un cerebro capaz de analizar y comparar, un
gran número de experiencias.
Este gran conocimiento, nos ha
llevado a creer que somos la imagen de Dios, o para los no creyentes el centro
alrededor del cual gira la vida.
Me recuerda, cuando, debido al
cambio de la religión politeísta a la monoteísta, lo que entendimos de los
libros sagrados, o más bien de sus traducciones, fue que el universo giraba
alrededor de la tierra, morada de la imagen y semejanza de Dios, el único ser
del universo con alma inmortal, “el ser humano”.
Estos conceptos hace bastante que
se desestimaron, pero parece que nos cuesta
aceptar, no ser el centro de todo, quizás por ello ahora vivimos como si
fuéramos el centro alrededor del cual gira la propia vida y Dios estuviese
creado a imagen y semejanza del ser humano.
Nuestro conocimiento ha
traspasado muchas de nuestras expectativas, quizás por ello, yo intento ver la
vida, desde ángulos donde no hace falta tanto conocimiento derivado de los
estudios o la memoria.
Como resultado del esfuerzo de
millones de años, el conocimiento que nos ha quedado de todas esas vidas, la
herencia recibida para que podamos nacer y seguir con ese esfuerzo por aumentar
el conocimiento de la propia Vida, de la que somos parte. Hay un pequeño ser,
que como en el principio, es lanzado a un lugar oscuro, en el que sin
experiencia anterior, sin preparación propia, sin estudios, comienza a nadar
hasta llegar a un lugar también desconocido, en el cual penetra con esfuerzo.
El óvulo que nunca ha visto un espermatozoide y que no sabe nada, porque
también es un recién venido a la vida, permite entrar al primero en llegar,
cerrándose a continuación a los demás. Los dos, forman una célula que comienza
a desarrollarse se divide en dos, cuatro, . . .. Durante unas semanas el ser
que se está formando, al no haberse movido todavía, no sabe que existe nada
aparte de él, ni sabe de su propia existencia, pasan las semanas y comienza a
moverse, percibiendo que hay algo más aparte de sí mismo, algo que limita su
espacio. Pasados nueve meses y como resultado de ese conocimiento, que ha sido
adquirido por y a lo largo de tantas y tantas vidas, dedicadas a evolucionar y
manifestar la Vida
en sus infinitos aspectos, nace un ser de la misma especie del óvulo y
espermatozoide que se unieron.
Durante esos millones de años, la
vida nunca se ha interrumpido, simplemente han cambiado las formas. Qué lejos
estamos del conocimiento de un simple óvulo, de una célula que solo tiene que
estar vacía del conocimiento propio para usar el de la Vida, qué lejos estamos
para ser lo que realmente somos, Vida. Parte de una Vida infinita, eterna, en
la cual el cambio es percibido por nosotros como muerte. Vida, en la cual
nuestra única misión es el desarrollo, evolución y el autoconocimiento de lo que realmente
somos, vida integrada en la Vida ,
que conforman entre todas la
VIDA.
El resultado de ello sería que sólo la búsqueda de una vida digna es
realmente necesario. Al transformarnos en nuevas formas, lo que llamamos muerte,
será digna como resultado lógico de una VIDA DIGNA.
La vida espiritual siendo eterna, nunca debe estar limitada, por los
cambios en la materia.
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