No pretendo molestaros

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Yui Shin

domingo, 7 de septiembre de 2014

BUSCANDO A DIOS

          Siendo todavía un colegial, estuve afiliado al grupo de Acción Católica, estuve varios años, incluso después de terminar el colegio con 14 años. Si mal no recuerdo tendría unos 12 años, pronto comencé a preguntar acerca de la creación de Adam y Eva, del pecado original, de muchos “por qué” de los que me presentaba la lectura de la religión. Debo decir que de las respuestas que me dieron, no me dieron demasiadas que
realmente llenasen mi pregunta, con la respuesta que dejara mi mente tranquila. Pasado el tiempo, los curas y monitores, pasaban cerca y ocupados o rehuían la conversación conmigo. Pasaron los años y en mis estudios nocturnos, los profesores de religión pronto comenzaron a rehuir también mis preguntas.
          Obviamente, podría haberme sentido enfadado, no solamente con los curas y profesores, que no eran capaces de satisfacer la curiosidad de un niño, sino con el mismo Dios, que había escrito, mandado escribir o dejado escribir un libro tan enrevesado.
          Pero quién era yo para juzgar si las explicaciones de esas personas, eran las mismas que satisfacían sus inquietudes o su deseo de saber de Dios. Cómo podría enfadarme porque Dios, hubiese dado libertad, no solamente para escribir, sino para tantas traducciones que se habían realizado, a lo largo de cerca de 2000 años, hasta lo que yo había leído.
          Pero sí que me sentí decepcionado y al principio un poco perdido, con 16 o 17 años deje de ir a misa, de tener contacto con la Iglesia y solamente en raras ocasiones conversaba acerca de la religión o de Dios. Con el paso del tiempo y tras años de leer, western y novelas policíacas, y algunos libros entre medias, recuperé esa curiosidad, por contestar esas preguntas que habían estado latentes, sin ser realizadas durante años.
          Leí “confieso que he vivido” de Neruda, descubrí a Hermann Hess, con su “Demian, Siddharta, El lobo estepario, ..”, a Khalil Hibran y poco después me presentaron a Víctor el amigo con el que partiría de España, en un viaje que se alargaría durante 17 años. Él fue el que comenzó a dejarme libros, de temas filosóficos y espirituales y con el que hablaba de ellos, desde un principio; en cuanto me explicaba algo, surgían las preguntas y mis argumentaciones, nunca me importó, cuanto sabía del tema o estar equivocado, mi máximo interés estaba en aprender y sacar el máximo de su conocimiento. Para ello tenía que presentarle argumentos, que me permitiesen forzar el que él tuviese que buscar explicaciones, en lo más profundo de sus conocimientos.
          Partimos un día, de un mes, del año 1979, con 31 años, fuimos a Londres y de allí a India, donde comenzó nuestro viaje realmente. Conocí el Budismo, Hinduismo, Jainismo y otras religiones de las zonas por donde pasábamos, y algo se movió de nuevo, sobre todo en Ajanta y Ellora, contemplando el paisaje y sobre todo las imágenes del Buda.
          Pero es en una pequeña isla, perdida en el Pacífico, de entre 300 a 600 m2, cerca de la Gran Barrera del Coral australiana, frente a Brisbane, donde me habían dejado con: una sandía, un paquete de galletas, un bidón con agua, las sobras del desayuno del barco que me había llevado y en el macuto aparte de la ropa, un pequeño Nuevo Testamento en inglés.
          Sin ver nada alrededor sino agua, sin apenas espacio para moverme, sin árboles, solamente había arbustos, en aquel pequeño pedrusco en medio del océano, durante una semana, estuve en paz y a ratos leyendo el Nuevo Testamento. Creo que fue cuando por primera vez me sentí de nuevo en paz con Dios y las respuestas a mis preguntas se antojaron innecesarias, ¿quién puede dudar de un amigo?
          Cuando llegué a Japón no iba en busca de nada, no sabía realmente por que quería conocer el Zen, pero todo me fue llevando hacia Bukkokuji, hacia el Roshi que sería mi Maestro, el que no intentó enseñarme nada, el que no me preguntó por mi religión, por mi cultura, ni por lo que buscaba.
          Simplemente me dio cuanto necesitaba y a mi pregunta de: ¿donde está Dios?, ¿quién es Buda? No me contestó nunca, simplemente me quitó cuanto pudo de lo que me llenaba, hasta que en ese Vacío, pudo vivir la respuesta en perfecta armonía con mis preguntas.

          Vinieron las experiencias, la primera sin entender nada de Zen, japonés, Meditación o de lo que estaba pasando, cuando estaba pensando que, ¿dónde me había metido? y que toda aquella gente no estaba bien de la cabeza, algo pasó que me hizo sentir el sonido como algo propio, y dar golpes en la pared, gritando, llorando, al vivir la separación entre el sonido y los que lo producían.



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