Años de búsqueda, de mí, del por
qué de la vida y de un Dios que llenase mis conceptos de Él y sobre todo mi
corazón.
(9 - IV - 78)
El coche movía mi
cuerpo,
mi alma quedaba
atrás,
prendida de aquel
espectáculo
con tanta vida espectral.
Iluminado de sangre
el cielo,
por rayos rojos de
luna,
me hacía pensar
en aquellos árboles
muertos,
solo, tronco, ramas y
manos,
que extendían
desnudas al cielo,
intentando clamar
contra aquél, que el
gélido viento
en sus desnudas ramas
dejaba pasear.
Solo están dormidos,
esperando su
despertar,
transformando
inútiles cuerpos,
de riqueza inmenso
caudal,
los veo ahora en sus
cementerios
de los que pronto saldrán,
quien de nosotros
pobres ciegos,
los pudiera imitar.
A MI SOLEDAD (9 - IV - 78)
A veces te extraño
cuando te busco,
amada mía,
refugio de penas
y pocas alegrías,
conmigo compartes
todo,
sin que nada pidas.
Cuando te busco
entre las gentes,
donde estás viva,
tu compañía me duele,
mi alma se irrita.
Al fin solos,
tú y yo,
contándonos nuestros
días,
sabiendo de las
ansias,
viendo las envidias,
las luchas que hay
fuera de nuestra
compañía,
soledad amada,
cuando mi alma
camina.
BUSCANDOTE (15 - VI - 78)
Aun te sigo buscando,
sabiéndote en todas
partes,
sin saber como te
llamas,
con nombres
irrecordables
te llamaron en todo
tiempo,
y a todos
contestaste.
Estás en el árbol
solitario
que crece y crece,
sin regarlo nadie,
en el sol que
perezoso
asoma tras las
montañas,
flotando en el aire,
en aquellas estrellas
donde hay,
lo que tu solo sabes
y estando aquí,
allí y en todas
partes,
¿para qué darte
nombre?,
¿para qué buscarte?,
si allí donde esté,
siempre podré
encontrarte.
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