Generalmente,
llamamos soledad a cuando no hay otras personas a nuestro alrededor, o las
personas que queremos están lejos de nosotros físicamente. Otras veces sentimos
una gran soledad, cuando por alguna circunstancia, se ha roto una relación.
Pero la gran
soledad es cuando no podemos estar con nosotros mismos, cuando no nos
aceptamos, cuando no nos gustamos o nos sentimos insatisfechos con: nuestras
cualidades, personalidad, logros, capacidades, nuestra forma de vivir, de
relacionarnos, nos sentimos inferiores o superiores, o lo que es lo mismo nos
comparamos, mostrando nuestra insatisfacción.
Todas las
personas, circunstancias, cosas o lo que podamos tener en la vida, solamente
puede estar con nosotros un tiempo más o menos largo, siendo esta compañía más
o menos constante.
Somos nosotros
mismos los que estaremos, toda nuestra vida, cada momento de ella, en lo bueno
y en lo malo, incluso cuando estemos en otras compañías, independientemente de
que estas nos agraden o desagraden, si nos amamos, respetamos, somos nuestros
amigos y aceptamos lo que somos y como somos, estaremos siempre acompañados y
felices, porque nunca estaremos solos, esa es la importancia de amarse y
aceptarse, independientemente de las circunstancias, estaremos acompañándonos y
abiertos a acompañar a quien lo necesite, pero no a buscar gente o compañías para
que llenen nuestra soledad.
Durante todos estos años, les he preguntado
a muchas personas, si alguna vez cuando han ido a visitar a alguien sin avisar,
al llamar a la puerta les había sucedido que no hubiese nadie. La mayoría han
contestado que sí.
Cómo es posible, que cuando la persona
más importante de nuestras vidas, está llamando a una puerta, sintamos o
pensemos que no hay nadie.
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