No pretendo molestaros

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Yui Shin

jueves, 1 de enero de 2015

EL NACIMIENTO DEL HOMBRE

          Hace millones de años, cuando un grupo de monos estaba jugando, en una rama de la copa de un gran árbol, no se dieron cuenta de que eran demasiados para estar juntos en una sola rama, a consecuencia de ello, esta se rompió y los monos cayeron desde las alturas, como bajados del cielo.

          El golpe les rompió hasta las neuronas y con ello: huesos, genes y parte del cerebro (la mayor parte) quedó afectada. A consecuencia de ello no pudieron volver a subirse a los árboles, lo que fue el comienzo de: “Los monos que no pueden subirse a los árboles”. Esto les creo problemas no solo de movimiento, sino para ver cuando se acercaban los enemigos, pues no alcanzaban a ver por encima de la hierba tan alta. Perdiendo en movilidad y rapidez, tuvieron que adaptarse a caminar sobre dos piernas solamente, pareciendo así más altos, pudiendo ver un poco más lejos.
          Los monos pensaron en llamarlos: “Monos escoñaos por la caída de una rama”, pero no solamente porque era un nombre muy largo, sino porque la “Ética simia”, impide poner nombres despectivos, les llamaron: “Mono-minus”, que significaba “menos que un mono”, o “mono inútil” en sentido figurado. Esto con el tiempo y en la degeneración que sufrió este rama simia, se tradujo por omínido, quizás por la nostalgia de: “¡Oh, mi nido!”. Posteriormente por vergüenza se le cambió la “H” de lugar y se ocultó su verdadero significado por vergüenza, quedando en “homínido”.
          Al perder la capacidad de subir a los árboles, jugar, ser ágil, vivir felices, correteando por los bosques y jugando en las aguas de los ríos, se volvieron rencorosos y comenzaron a desarrollar su capacidad de destrucción, evolucionando en el “Homo ignoramus”. Dedicado a destruir los bosques, las montañas, los ríos, el aire, todos los animales, incluido él, vengándose así de su impotencia para volver a ser feliz.
          Pero en su alma quedó el recuerdo de su felicidad, cuando eran monos, jugueteando entre las ramas, hermanados con los demás, sin destruir, solamente usando lo que había, sobre todo siendo felices y agradeciendo a la Tierra, los alimentos y cuanto les daba.
          En su afán de destrucción, se crearon: la ambición, que dio origen a muchas ramas de homínidos: Políticos, nobles, reyes, sindicalistas, mafiosos, terroristas, religiones adoctrinadoras lejanas a la Religión, y un gran número de subespecies. La envidia que aparte de las especies anteriores, dio una especie diferente llamada “pueblo” y “la creme de la creme” los serviles borregos, que probablemente es la más numerosa, perteneciente a la clase del pueblo.
         Las costumbres de destrucción de los mafiosos, terroristas y algunas religiones adoctrinadoras, ha dado origen al mito de Frankestein, que es la reconstrucción de un “homínido”, recuperando su vida.
          Unos los trituran con máquinas, otros los queman y los más modernos, pues se ponen una bomba, se meten en un grupo y se hacen papilla. ¿Qué es lo que le llega a Dios para reconstruirlos de nuevo? Os lo podéis imaginar, pequeños trozos que a pesar de su habilidad manual, lo de Frankestein era una belleza al lado de ellos, que ni Dios puede evitar su monstruosidad.

          Ahora comienza una nueva eternidad, todavía podemos volver a ser monos, jugando, no destruyendo, siendo felices y sobre todo conviviendo con el resto de la Tierra. Un día se cayó una rama, pero no el árbol. La rama hizo su trabajo abonando a su origen, nosotros todavía seguimos buscando cómo subir de nuevo al árbol. Solamente hay una manera en la que no podremos hacerlo: “Cortándolo, ni destruyéndolo”.



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