Debo confesar
que sí, que entiendo mi idioma y que cuando argumento sobre el significado,
sobre todo de un concepto, no quiere decir que no entiendo o que estoy en desacuerdo
con lo que me dicen, simplemente siento, que estamos olvidando, que somos
nosotros los que le dimos el significado a esos conceptos, tratando de entender
y explicar la Vida.
Durante años
he estado argumentando con personas que no querían tener agresividad, porque no
lo veían bien. Algo que ha desarrollado nuestras defensas, nuestro sistema
inmunológico y que muestra nuestro amor y respeto por nosotros, nuestra
integridad, nuestra personalidad y nuestro ser, manifestando la responsabilidad
por lo que la Vida nos ha entregado, nuestro ser. Todo por no separarlo de la
violencia, que es atacar a otra individualidad, o a nosotros mismos.
Me ha costado
enfados con amigos y amigas, el decir que tener relaciones no tiene nada que
ver con “hacer el amor”. Que sentir
amor, no tiene nada que ver con serlo. Que el punto de referencia que tenemos
para comparar en asuntos de amor, es con la Vida, el concepto de Dios, y no
entro en el debate de si existe, sino en el concepto y definición que este concepto
tiene.
He argumentado
muchas veces también, pero no tan frecuentemente, acerca de: “La perfección y equivocarse o estar errado”.
El significado
con el que usamos las palabras, es simple. Pero las palabras surgieron cuando
no nos bastaba con hacer lo correcto, comenzando a argumentar y a explicar el
por qué de hacer algo, lo que queríamos a cambio, las condiciones en las que estaríamos
dispuestos a hacerlo, era el convencer a los demás de algo, lo que
probablemente fuese el comienzo de la Torre de Babel. Con el tiempo hemos
adaptado los conceptos: a nuestros intereses, opiniones, dualidades o
simplificaciones.
Hemos olvidado,
que la Vida es la caja donde está el Universo, y el Universo la caja donde
estamos nosotros. La Vida es lo que Es, y todo lo que hay en ella es lo que es
y para nosotros lo que nos parece, al no poder ver la totalidad de su función
en el Universo o su realidad como Vida.
Lo que sí
tenemos es la opinión de cómo tienen que ser las cosas, lo que hace que cuando
vemos algo, lo comparemos con: nuestro concepto, lo que hemos leído, lo que nos
han dicho, lo que creemos o simplemente lo comparamos con algo. Dado que la
Vida no hace dos cosas iguales, es natural que no coincidan absolutamente, lo
que al definir una como perfecta la otra sea imperfecta.
Para que algo
sea perfecto: “Simplemente no hay que compararlo, hay que aceptarlo como es,
respetar su individualidad y no hacerlo ni con él mismo. Lo que significa que
no debemos compararnos con nada”.
Esto es lo
que hace la Vida, por eso es Amor, y digo “ES”. Quizás por eso los Maestros
dicen con cierta frecuencia que: “Todo
es perfecto, tal como es”. Porque todos somos exactamente como somos, somos
perfectos, si no nos comparamos. Cómo decía Confucio acerca de la rectificación
de los nombres: “Si los nombres no son
los adecuados con sus funciones, no se ajustarán a lo que representan, por lo
que habrá que cambiar el nombre, la función o su definición”. Esta preocupación
parece que se remonta en Confucio a tratar de retomar el tiempo en el que Tao
se aplicaba de forma natural, y no eran necesarias tantas explicaciones.
Nuestras
expectativas, deseos, crítica destructiva, dualidad y falta de opinión propia,
nos llevan a utilizar palabras, que sin darnos cuenta van minando nuestra
confianza y autoestima, no solamente hacia nosotros sino también hacia los demás.
Un concepto
que nos lleva a ello, es el de pensar con demasiada frecuencia que algo o
nosotros estamos equivocados. Es un “gota a gota”, imperceptible, que sin
darnos cuenta nos va minando la autoestima.
Cuando realizamos
algo sin esperar resultados, entregándonos a lo que hacemos, sin compararlo con
nada, simplemente actuando con las circunstancia que existen en la vida, ¿Qué
puede estar equivocado?. Es al mirar los resultados, comparándolos con las expectativas,
los deseos o con otros resultados, cuando nos lamentamos de las equivocaciones.
Cuando miramos los resultados pasado el tiempo, vemos los errores. Sin pensar
que el tiempo continúa, que seguirán cambiando las circunstancias, y el error, la
equivocación, unas veces será para bien y otras para mal, unas veces será un
error y otras lo mejor que pudimos hacer.
Pero lo
importante es que todo cuanto tenemos es como consecuencia de errores y algunos
aciertos: Dios se equivocó al crear la dualidad, pero era necesaria para darnos
el libre albedrío; Eva se equivocó al comer la manzana, pero tuvieron hijos; Caín
se equivocó inventando la agricultura en contra de las órdenes de Dios, pero
que buenas son las ensaladas.
Creemos que
hay caminos equivocados, pero todos están en la Vida; creemos que el mundo se
equivoca, pero tenemos que crearlo con nuestra libertad; el mal es una
equivocación, cuando en lugar de aprender el bien con él, lo utilizamos para
hacer daño; comparamos las cosas y vemos equivocación en ellas, porque no
sabemos amar y aceptarlas por lo que son; en general son las equivocaciones las
que más nos enseñan, lo que es un gran acierto.
Que algo esté equivocado o esté o sea
correcto no depende de los resultados, que cambiarán de polaridad en el tiempo,
sino de nuestra aceptación de lo que la Vida nos está dando, para crear el
nuevo presente futuro. La Vida no nos lo da como erróneo o acertado, eso es
todo lo que tenemos, que sea acertado o erróneo es nuestra libertad.
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