Van pasando
los años, a veces de ese tiempo perdido en el recuerdo vienen las
rememoraciones, las escenas de un pasado perdido en el tiempo de mi presente.
Deambulando por
Japón, llevado por mi búsqueda y las casualidades llegué una mañana temprano, a
un templo en el que me recibió un monje anciano, todavía en la joven madurez.
Así comenzó
mi relación con el que un día, llamaría mi Maestro, aún en estos días en los
que han pasado los años, ignoro si para Él he llegado a ser discípulo. Pues al
igual que un jardín puede tener un jardinero, no por ello el jardinero tiene
que tener un jardín necesariamente. ¿Qué mayor jardín que la Naturaleza, que
crece sin jardinero?.
En los días,
meses y años pasados con Él, no recuerdo ni una sola vez que me preguntase por
mis creencias, ni tan siquiera para mi ordenación fui preguntado por ellas. A veces
me he preguntado el por qué nunca me preguntó si era budista o cristiano, por
qué fui ordenado monje de Buda, si no sabían si era o no budista.
Lo normal era
pensar que tendría sus razones, sus pretensiones, que algo buscaría. Así que
pasado el tiempo y sabiendo que muchas veces lo que buscan es tu dinero, le
pregunté directamente: ¿Qué hay acerca del dinero?, a lo que me contestó también
directamente: ¿Cuánto necesitas? Aclarado qué es lo que buscábamos cada uno,
pudimos dedicarnos a ver la clase de jardín que era.
También he
hablado con un amigo, el que quizás me metió estos líos en la cabeza, el que me
llevó a la posibilidad de encontrar a mi Maestro. Viajamos juntos desde España
a Nueva Zelanda, hablando de muchas cosas y formas de ver esto de la vida
espiritual. Es quizás con la persona que más argumentaciones he tenido, hemos
hablado de montones de escuelas y conceptos que oía por primera vez cuando él
me las nombraba. Algo que nunca me impidió argumentar duramente con él, desde
el primer momento. Me habló de: “Los éteres cósmicos, su relación con nuestra
evolución, sus cambios que promueven y son realizados, por nuestra evolución,
del desarrollo del conocimiento y los aportes que este recibía en su paso por
diferentes países. Del velo que cubría la Tierra, debido a nuestra ignorancia y
cómo fue desgarrado por el sacrificio Crístico, para que de nuevo entrase la
Sabiduría de los Maestros Guías. De los cambios en nuestros átomos, energías y
de los éteres al elevar nuestro nivel de chacras. De los niveles de evolución,
cómo se va cambiando incluso en lo físico conforme vamos ascendiendo. Las explicaciones
de mundos y conceptos que están por encima de mi entendimiento, de los Maestros
de la Gnosis, los transmisores del Conocimiento, de encender la chispa Divina
que está en nosotros y que tiene que iniciarse por medio de un Gran Maestro”.
Hay tantas y
tantas formas de explicar nuestra relación con la Vida, con Dios, que me perdí
hace años en las argumentaciones, con personas que me han enseñado, quizás no
lo que me enseñaban, pero sí lo que he aprendido de ellas. Soy por ello una flor
solitaria, que ningún jardinero puede cuidar, que crece salvaje, solamente cuidada
por mi Maestro, que nunca me regó, porque su amor llovía sobre mí, que nunca me
abonó, creciendo en su corazón, que nunca me cuidó, ni arregló, porque por no
cambiarme, ni tan siquiera me preguntó qué clase de flor era.
De su Silencio, de su no-hacer, he
visto que soy Buda, que lo único que me separa de serlo es mi visión dualista. No
importa si soy originario de esta constelación o provengo de otra, soy
Manifestación de la Vida. No importa en que nivel me encuentre, porque en
cualquier nivel, incluso en el último no habría trascendido la dualidad. No importa
la clase de mis éteres, el nivel de la energía que me esté formando, ni si
enciendo o no esa chispa Divina, porque independientemente de lo que piensen
los demás, lo que piense yo mismo: “Ahora en este mismo momento, este mismo
lugar, lleno de ignorancia y dualidad, soy Buda, soy Vida, soy Amor, soy la manifestación
de Todo, en mi individualidad. El esfuerzo el trabajo no es por lo que soy sino
para manifestarlo, trascendiendo la visión dual que yo he creado”.
El Maestro sabe que soy una flor, pero
solamente la flor puede ser jardín. Él no tiene duda de lo que soy, pero es mi
trabajo, mi responsabilidad, serlo, manifestarlo y vivirlo y expresarlo como
Jardín.
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