A lo largo de
la historia vemos grandes migraciones producidas por invasiones, catástrofes,
tiranos, dictadores, terroristas, abusadores, que seguidos por una parte del pueblo, movido
por: ambiciones o miedos, ignorancia o adoctrinamiento, son los verdaderos artífices
del exilio de la otra parte del pueblo, para mayor gloria de la inhumanidad y
las mentes enfermas de poder.
En las muchas
novelas del oeste que he leído, la historia es con mucha frecuencia la de un
grupo pequeño y ambicioso, carente de humanidad y compuesto por gentuza, que
dominan, roban, expulsan y consiguen cuanto quieren del miedo del pueblo, de la
mayoría, de los que no sienten el valor de defender sus derechos, sus propiedades,
su vida, su familia, prefiriendo obedecer o huir, ante la falta de escrúpulos o
humanidad de ese pequeño grupo.
Pero podemos
verlo en la historia de los pueblos, avasallados por unos pocos en la mayoría
de las ocasiones, en las que la partición del pueblo es imprescindible. Cómo si
no, grandes pueblos han sido dominados por otros más pequeños y con menos
posibilidades bélicas.
Cómo es
posible que en tantos países, dictadores y abusadores con poder, puedan dominar
no solamente la vida diaria del pueblo, sino también sus almas. Mafias, grupos
paramilitares, políticos sin dignidad, cárteles, terroristas, pueden destruir
la dignidad y la vida de todo un pueblo que solamente desea vivir en paz,
dignidad y justicia.
Pero esa tan traída
y llevada dualidad, hace que poder vivir así no sea fácil y cómodo, es una vida
que hay que ganarse, con esfuerzo, porque la dignidad, la justicia y con ellas
la paz, no puede residir en el pueblo, es algo que todos los ciudadanos tienen
que lograr en sí mismos, para que el pueblo las manifieste en su convivencia.
Hay gentes
huyendo de numerosos países, buscando asilo y refugio en los que han logrado un
tipo de convivencia con derechos para el pueblo. Estas personas que nunca han
podido pedirlos en sus propios países, exigen desde antes de llegar, los mismos
derechos que los residentes, algo que desde la mirada del corazón, de la
humanidad, es lo más normal, pues los derechos, la justicia y la paz no
pertenecen a las naciones, sino al amor y la humanidad.
La mayoría
arriesgan su vida, desubican a sus hijos cambiándoles las costumbres, la lengua
y los sistemas sociales, colocándoles en una situación en la que tienen que
evolucionar de golpe, cambiar sus valores, sus referencias de convivencia, su
forma de percibir a la sociedad, el entorno y a veces a su familia, sintiéndose
perdidos y añorando sus orígenes si no lo consiguen.
Hay veces que
es difícil diferenciar a los emigrantes de los ciudadanos aborígenes, pero
otras es algo que tendrán siempre que superar, no solamente ellos sino los
ciudadanos que les acogen, pues las diferencias no solamente físicas, sino las
costumbres y tradiciones, son difíciles de olvidar cuando no queremos perder
nuestro origen, pero que a veces chocan incluso con las leyes.
La reflexión es: ¿Cómo es posible que
todo un pueblo pueda ser expulsado por una minoría?, ¿Por qué personas que
arriesgan sus vidas por conseguir ser admitidos en otras partes, no lo hacen
por vivir en paz y libertad en sus sitios de origen?, ¿Siendo millones, por qué
son expulsados por minorías?, ¿Por qué son traicionados por parte del pueblo,
que aún teniendo diferentes creencias, no son capaces de aceptar las del resto
del pueblo?, ¿Por qué piden lejos de sus casas lo que no han sido capaces de
defender en ellas?.
Al abandonar Granada la madre de Boabdil
el Chico, dicen que le dijo: “Llora como una mujer, lo que no supiste defender
como hombre”
A veces es el sino de los pueblos que
huyendo de una inhumanizada minoría, formada muchas veces por gentuza, tengan
que vagar eternamente buscando su hogar. La paz, la justicia, la humanidad, la
convivencia y vivir en el corazón, es una cuestión de esfuerzo personal, no
podemos encontrarla, ni exigirla fuera, porque no podemos conseguirla
invadiendo el corazón de los demás.
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