No pretendo molestaros

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Yui Shin

viernes, 23 de octubre de 2015

¿ATEÍSMO O COBARDÍA?


          Una de las cosas que me asombra de la izquierda, es la absoluta posesión de la verdad que tiene. Es la única educación posible para progresar, el único sistema para funcionar como humanos, cuando gobiernan derogan todas las leyes que no fueron promulgadas por ellos, recuperan las suyas si han sido modificadas. Con una sola promesa para dirigir a los súbditos: repartiremos mejor lo que tenéis, pocas veces creando algo, solamente le quitarán a unos, para darles a otros. Necesitando para ello el control absoluto de la propiedad, haciéndolo todo público, que quiere decir, no que pertenece al pueblo, sino al dirigente de turno que lo podrá usar como le de la gana.
          Dentro de esta izquierda siempre, ha existido el grupo de los enemigos de la religión, no necesitan saber lo que significa la palabra más allá de lo que dice un diccionario o su propia opinión, menos aún lo que es. Con el sólo bagaje de su ignorancia, sus inseguridades, y su democracia que significa que no hay más verdad que la mía. No hablo de los que piensan que el único dios es el secretario general, que al menos creen en algo, me refiero a los enemigos de las cosas, a los que van con el odio por delante con el único propósito de: “Destruir a lo que les parece equivocado o no les va bien a ellos, quemar contenedores, destrozar tiendas, bancos. O aquello que no saben reconstruir, que no han sabido crear, que no has hecho nada por conseguir, es solamente desde la ignorancia, la ira, la impotencia, la prepotencia, el odio y el pensar llenos de envidia que los demás tienen lo que ellos se merecen, campan por la sociedad con su democrática opinión de imponer a las mayorías lo que anida en sus corazones: odio y destrucción.
          Los hay, que solamente atacan a las religiones que no les van a contestar, a las personas que por sus creencias les pueden poner la otra mejilla, pues en su cobardía en su falta de valor, en su falta de cojones y ovarios, no se atreven a burlarse de los que podrían contestarles.
          Se atreven en defensa de la libertad de opinión, atacar al cristianismo en sus diferentes facetas, atacando por su ignorancia, su falta de valor para aceptar vivir los valores de los que hablan las religiones, amparándose en que otros no lo hacen. Sabiendo que humillan, le faltan al respeto a los que sí creen, blasfemando y caricaturizando los valores éticos, las creencias y forma de ver una sociedad justa de los demás.
          Algo que solamente desde la ignorancia, la prepotencia, la inseguridad, la indignidad y no conocer los principios de la humanidad que pregonan y dicen defender, puede hacerse.
          Pero lo que es indignante, es su cobardía para blasfemar solamente contra el cristianismo, porque no les contesta con el odio que ellos viven. Cuántos de ellos verían que insultasen a su familia o seres queridos, como libertad de expresión.
          Blasfemar, no es algo que vaya contra la religión o Dio, Él está por encima de su representación o cómo le definamos, la Religión está viva en el corazón de cada uno de nosotros, por lo que la blasfemia es lo que somos, lo que vive en nosotros, en nuestros corazones, mostrando a la distancia que estamos de una hipotética humanidad.
          Blasfemar es de ignorantes y cobardes, pues se hace contra quien creemos que no existe y no va a defenderse.
          Blasfemar es de gentuza que no respeta la libertad de los demás para vivir de acuerdo con sus ideas. Porque no es el no creer en Dios, no es manifestar lo que pensamos, es que al blasfemar no manifestamos una opinión, estamos atacando, vilipendiando, mofándonos, denigrando e intentando destruir, las creencias básicas acerca de los valores de la Vida, los valores humanos de los demás.
          Si alguno se siente valiente por atacar las creencias de los que les respetan, que lo hagan blasfemando a las religiones que no se lo aceptan. Ser cobardes, ignorantes, anti-demócratas, no es la mejor carta de presentación para exigir libertad de expresión, porque no se sabe lo que se está diciendo.



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