Una de las
cosas que me asombra de la izquierda, es la absoluta posesión de la verdad que
tiene. Es la única educación posible para progresar, el único sistema para
funcionar como humanos, cuando gobiernan derogan todas las leyes que no fueron
promulgadas por ellos, recuperan las suyas si han sido modificadas. Con una
sola promesa para dirigir a los súbditos: repartiremos mejor lo que tenéis, pocas
veces creando algo, solamente le quitarán a unos, para darles a otros. Necesitando
para ello el control absoluto de la propiedad, haciéndolo todo público, que
quiere decir, no que pertenece al pueblo, sino al dirigente de turno que lo
podrá usar como le de la gana.
Dentro de
esta izquierda siempre, ha existido el grupo de los enemigos de la religión, no
necesitan saber lo que significa la palabra más allá de lo que dice un
diccionario o su propia opinión, menos aún lo que es. Con el sólo bagaje de su
ignorancia, sus inseguridades, y su democracia que significa que no hay más
verdad que la mía. No hablo de los que piensan que el único dios es el
secretario general, que al menos creen en algo, me refiero a los enemigos de
las cosas, a los que van con el odio por delante con el único propósito de: “Destruir
a lo que les parece equivocado o no les va bien a ellos, quemar contenedores,
destrozar tiendas, bancos. O aquello que no saben reconstruir, que no han
sabido crear, que no has hecho nada por conseguir, es solamente desde la
ignorancia, la ira, la impotencia, la prepotencia, el odio y el pensar llenos
de envidia que los demás tienen lo que ellos se merecen, campan por la sociedad
con su democrática opinión de imponer a las mayorías lo que anida en sus
corazones: odio y destrucción.
Los hay, que
solamente atacan a las religiones que no les van a contestar, a las personas
que por sus creencias les pueden poner la otra mejilla, pues en su cobardía en
su falta de valor, en su falta de cojones y ovarios, no se atreven a burlarse
de los que podrían contestarles.
Se atreven en
defensa de la libertad de opinión, atacar al cristianismo en sus diferentes
facetas, atacando por su ignorancia, su falta de valor para aceptar vivir los
valores de los que hablan las religiones, amparándose en que otros no lo hacen.
Sabiendo que humillan, le faltan al respeto a los que sí creen, blasfemando y
caricaturizando los valores éticos, las creencias y forma de ver una sociedad
justa de los demás.
Algo que
solamente desde la ignorancia, la prepotencia, la inseguridad, la indignidad y
no conocer los principios de la humanidad que pregonan y dicen defender, puede
hacerse.
Pero lo que es indignante, es su
cobardía para blasfemar solamente contra el cristianismo, porque no les
contesta con el odio que ellos viven. Cuántos de ellos verían que insultasen a
su familia o seres queridos, como libertad de expresión.
Blasfemar, no es algo que vaya contra
la religión o Dio, Él está por encima de su representación o cómo le definamos,
la Religión está viva en el corazón de cada uno de nosotros, por lo que la
blasfemia es lo que somos, lo que vive en nosotros, en nuestros corazones,
mostrando a la distancia que estamos de una hipotética humanidad.
Blasfemar es de ignorantes y cobardes,
pues se hace contra quien creemos que no existe y no va a defenderse.
Blasfemar es de gentuza que no respeta
la libertad de los demás para vivir de acuerdo con sus ideas. Porque no es el
no creer en Dios, no es manifestar lo que pensamos, es que al blasfemar no
manifestamos una opinión, estamos atacando, vilipendiando, mofándonos,
denigrando e intentando destruir, las creencias básicas acerca de los valores
de la Vida, los valores humanos de los demás.
Si alguno se siente valiente por
atacar las creencias de los que les respetan, que lo hagan blasfemando a las
religiones que no se lo aceptan. Ser cobardes, ignorantes, anti-demócratas, no
es la mejor carta de presentación para exigir libertad de expresión, porque no
se sabe lo que se está diciendo.
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