A veces se
nos olvida que nadie ha visto sus ojos, podemos ver muchas cosas a lo largo de
nuestras vidas, incluso partes nuestras, pero por más que hagamos nunca podemos
ver nuestros ojos.
Una de las
argumentaciones que tienen los ateos acerca de Dios, es que ¿quién le ha
visto?, ¿Dónde está?, ¿Cuál es su apariencia?. Otras veces argumentan que por
qué permite las cosas que suceden, o incluso por qué las hace o crea.
Generalmente la
negación de Dios realizada por los ateos, se refiere al concepto de Dios que
explican las religiones, las filosofías o lo que les ha sido dicho. Pocas veces
su argumentación se basa en su propio concepto de Dios, su investigación, su
esfuerzo, su trabajo, su entendimiento. Opinar desde la propia opinión, nos hace
responsables de ella, algo que ninguna persona que se escude en el rebaño se
atreve a mantener.
La ciencia se
esfuerza por encontrar algo que exista y sea desconocido, el ateismo se
esfuerza en demostrar y atacar que algo no existe, lo que lo hace
indemostrable, porque el no encontrarlo o verlo, no significa que no exista. Si
miramos los dibujos, las explicaciones de los primeros exploradores acerca de
los animales que encontraron, probablemente habría muchos que no existirían,
podríamos llegar incluso a negar que existen las ballenas, pues no serían
reconocibles con los dibujos o explicaciones de estos exploradores.
Yo también he
leído las visiones de Dios de algunos místicos, en muchas religiones ha habido
personas que han visto a Dios. Pero en mi paso por el Zen, leí la respuesta de
uno de los Maestros: “Si ves a Buda, mátalo”. Nietzsche en
Zaratustra, dice: “Dios ha muerto”.
En ambos caso
lo que queda claro es la existencia de Dios, pues si no existiera, ¿Cómo podría
ser asesinado?.
Pero en esas
respuestas está la clave donde nunca han mirado los ateos, probablemente porque
nunca se han molestado en conocer el concepto de Dios, su definición no
solamente por las religiones, sino al concepto que el hombre desde el principio
de los tiempos, llamó en español Dios, y que recibe diferentes nombres, no
solamente por el idioma, sino en los tiempos y las religiones. Pero el
concepto, se ha referido siempre a lo Absoluto, lo Eterno, lo Atemporal, quien
es manifestado y expresado en la Creación, el Universo, el Vacío Acogedor de
Todo.
“Si ves a Buda, mátalo”, porque siendo
Absoluto, ¿Quién o qué podría percibirle?, es por ello que al buda que puede
verse no es el Eterno, el Real, el Verdadero, por eso siendo una visión, una
irrealidad debe ser olvidada, destruida.
“Dios ha muerto”, porque
no vivimos, ni mostramos la humanidad que manifestaría su existencia en
nosotros, no ha muerto Dios, vive el hombre, el de: la duda, la inhumanización,
la ignorancia, la guerra, la dualidad, el sufrimiento. Siendo Dios Todo, es
nuestra vivencia en la separación, la temporalidad, el tiempo y el espacio,
nuestra discriminación, la que nos hace sentir que no somos dignos de que Dios
se manifieste en nosotros, que no somos lo que sabemos que debemos ser como
manifestación Suya.
Pero el que
Dios muera en nosotros, no significa que nosotros muramos o podamos tener
separación en Él, porque su Seidad de Absoluto, su Naturaleza de Entrega y
Aceptación de Ser el Vacío donde Todo Existe en Seidad, lo haría imposible.
Es por ello
que la negación de lo que se piensa inexistente es absurda, negar un concepto
que hemos creado y dado nombre es aún más absurdo. Solamente desde la
ignorancia, la falta de autoestima, la no aceptación de sí mismo, como ser
integrado en la Humanidad Universal, lleva a algunas personas a sin tan
siquiera ocuparse de definir el concepto de Dios que están negando, definirse
como ateos. Algo que todos tenemos el derecho a manifestar.
Lo que
muestran algunos no es el no creer en Dios o su ateísmo, sino: su ignorancia,
su bajeza moral, su falta de respeto hacia los demás, su insatisfacción consigo
mismo, su talante democrático, su odio por la impotencia de no conseguir la
vida que desean, la falta de aceptación de su responsabilidad, al culpar a las
religiones y los demás de sus opiniones, por ello creen que su satisfacción está
en blasfemar o ridiculizar, las creencias de otros, en lugar de fortalecer las
suyas, que es lo que haría un ateo, con la capacidad de pensar.
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