Es interesante
la actitud de la humanidad ante el cambio climático, hemos reaccionado según
los patrones tradicionales, de una manera predecible, si miramos los problemas
sociales que nos acompañan a lo largo de nuestra prehistoria e historia.
Uno o dos
millones de personas decidiendo lo que vamos a tener que hacer nosotros, otros
cien millones protestando y diciendo cada uno en la dirección que hay que ir,
pero en las que hay al: Norte, al Sur, Este y Oeste, otros dicen que no hay
problema que todo está creado artificialmente y que ya hay unos refugios donde
esos dos millones y unos cuantos amigos, podrán retirarse el tiempo suficiente,
para que la Tierra pueda recuperarse del amor de sus hijos.
Hace algo más
de 30 años, viajando solo, con mi macuto por China, conocí a alguien que me
invitó a una celebración en una embajada: Hablando con un ingeniero americano
de origen chino, me decía que estaba en conversaciones con el gobierno para
modernizar e industrializar China, le pregunté que si sabían qué iban a hacer
con los 800 millones de campesinos, o a quién se le iba a vender la producción
de mil millones de obreros industrializados.
Al parecer no
lo pensaron y ahora es difícil ver los edificios en las ciudades chinas y el
cambio climático se acelera.
Es imposible
gastar el dinero, más deprisa de lo que se introduce de una cartilla en el
banco, y no tener números rojos. Tampoco lo es gastar poco, guardar mucho y
seguir pobre. No podemos introducir cosas más deprisa de lo que se sacan, ni
vivir en una Tierra que no le es posible regenerar todos los deshechos que
producimos.
Pero el
problema no está en esos pocos millones, sino en el silencio, en el esperar que
ellos nos arreglarán la situación, que llegará el milagro, que Dios o los
gobiernos sabrán solucionar la situación y si ellos no pueden, para eso tenemos
el I+D+I de los científicos. Lo que no vamos a transigir es, en no tener:
nuestro coche, nuestra calefacción, electricidad, vacaciones lejos de casa,
nuestra elección de productos que consumir, productos higiénicamente perfectos
sin bacterias, nuestros cruceros, nada de lo que es nuestra sociedad del
bienestar. Además exigimos que los países menos desarrollados, vivan igual que
nosotros, para que nuestra economía y fábricas no bajen.
El problema
está en que los silenciosos, los que no cambian sus costumbres, los que no estamos
dispuestos a renunciar a nuestros estándares de vida, somos miles de millones.
Las industrias
a lo largo de los ríos cambian la temperatura de sus aguas, estos las de lagos
y mares, estos los vientos y las corrientes. El uso del agua y tanta agua
corriente sacada de los ríos, tantas piscinas, tanto riego, tantas
canalizaciones de agua, para llevarla a lugares donde no la hay, es bueno
socialmente, pero también cambia la temperatura de las aguas que llegan a los
océanos.
El uso de los
carburantes fósiles es malo, pero también lo es, el cortar los bosques para
hacer: ciudades, carreteras, lugares de esparcimiento o de servicio, para
construir con la madera. Peor aún es el incendio provocado por nosotros a
bosques, incendiar o destruir selvas para explotar sus riquezas, aniquilando a
los aborígenes.
No es lo que
hacemos, sino su frecuencia, su intensidad, la falta de responsabilidad, de lo
que hacemos a la Tierra que permite que vivamos en ella. Solamente pensamos en
vivir con el mínimo esfuerzo, en riquezas que nunca nos llevaremos, en un
bienestar que hace que nos alejemos de los demás al tener de todo, en una vida
en la que el horizonte más lejano que vemos es el de nuestro ombligo.
Somos los que compramos: los coches,
las calderas, los productos, los que usamos la electricidad en casa, los que
viajamos y elegimos cómo y en qué, los que realmente podemos elegir la Tierra
que queremos, porque somos los que realmente producimos la mayoría de la polución,
del CO2
con nuestro consumo y exigencias
de bienestar.
Ningún gobierno, ningún poderoso,
producirá algo que no estemos dispuestos a comprar. No nos construirán un
planeta nuevo, si acaso, buscarán un medio para aguantar ellos hasta que el
planeta pueda recuperarse. La solución no es esperar que nos arreglen la vida,
no es exigir que no nos muevan, ni cambien nuestro bienestar, tampoco es,
manifestarse ni pelear, la solución es tomar la decisión de cuál es la relación
que queremos tener con nuestra Madre Tierra, si queremos convivir con ella o
destruir no la Tierra, sino la posibilidad de que ella pueda sostener la vida
como nosotros la hemos creado.
No son ellos sino nosotros los que
tenemos que decidir, la Tierra se esfuerza y da lo mejor de sí misma, para
mantener la posibilidad de que vivamos en ella, tenemos que decidir qué vamos a
hacer para ayudarla a que eso sea posible.
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