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Yui Shin

lunes, 14 de diciembre de 2015

DESPACIO, PERO LLEGA


          Hace millones de años la Tierra era una pequeña bola de hielo flotando en el espacio, la vida se manifestaba en las formas que pudiesen adaptarse a las bajas temperaturas de un planeta en época de glaciación.
          Podríamos pensar incluso, que fue a consecuencia de los “Atlantes, o de los habitantes de Mu o de Lemuria, pero lo probable es que el lento movimiento de las placas tectónicas, permitiese a las corrientes de los océanos moverse por nuevos caminos, llevando aguas más templadas a zonas frías y frías a las templadas.
          Son estas corrientes oceánicas, las que nuestros científicos consideran de suma importancia para la meteorología y clima de nuestra casa la Tierra.
          Indudablemente, las placas seguirán moviéndose y tarde o temprano, una nueva glaciación o desertización, es lo que tendrá que manifestarse. Todos hablamos de las corrientes marinas, de cómo llevan en un movimiento circular por todo el planeta, aguas con una temperatura a lugares que tienen otra opuesta, eso crea el movimiento del aire, pero también una temperatura más equilibrada.
          El movimiento de las placas abre uno de los valles del lecho marino, aumentando el caudal en millones de litros, pero al otro lado en una corriente contraria, puede ocurrir lo contrario, que se estreche, lo que disminuiría el caudal. Esto haría que el aumento del caudal de una temperatura, junto con la disminución del efecto contrario, tenga un gran efecto en la temperatura de las aguas.
          Estos son los cambios lentos, que no podemos controlar. Pero sí podemos ayudar a equilibrar su efecto.
          Las dos grandes corrientes que consideramos importantes en el clima son las de: “El Niño y la de La Niña”, lo que no quiere decir que desconozcamos o no tengamos en cuenta otras que incluso pudiesen ser más importantes. Estas dos corrientes o fenómenos oceánicos, producen cambios en la temperatura, las lluvias y los vientos.
          Pero siendo de gran importancia las aguas que desembocan los grandes ríos en el mar, también tiene importancia los pequeños, pues son muchos, pero solemos maximizar la importancia de los grandes.
          En otras épocas el enturbiamiento de las aguas por las tormentas, las cenizas de los incendios o de los volcanes, influían en los efectos, pero eran unos efectos temporales y circunstanciales, que pronto desaparecían, no provocando cambios permanentes o grandes.
          Pero hemos cambiado los caudales, la turbiedad y la composición de las aguas de estos ríos, hemos influido en su temperatura al usarla en nuestras industrias y necesidades, antes de su desembocadura en los océanos. Cambiando de esta manera no solamente los fenómenos del Niño y la Niña, sino todos los demás.
          No podemos evitar los cambios propios de la Tierra, no podemos cambiar la edad ni la forma de manifestarse el sol, pero sí podemos esforzarnos por hacer bien nuestra parte, nuestra función, nuestra responsabilidad. Lo que nos jugamos no es la vida en la Tierra, sino que nosotros estemos en ella.
          Las placas solares, cambian la luminosidad de las zonas donde se colocan los paneles; la hidroeléctrica o la marítima, cambia el volumen o la circulación y temperatura del agua de los ríos; la biomasa, hay que crearla y tiene un proceso químico que no sabemos cómo será en grandes cantidades; los molinos eólicos, cambian el paso del aire.
          No hay nada que no tenga consecuencias, que no podemos saber a largo plazo. No podemos controlar la Vida, pero sí podemos tratar de hacer lo mejor, lo más correcto, simplemente aceptando y ejerciendo nuestra responsabilidad, ejerciendo como Humanidad, en lugar de ejercer la irresponsabilidad siendo gente.
          Los cambios llegan, lentamente, pero llegan. No es el cambio lo que debe preocuparnos, pues no lo podemos controlar, pero sí lo que aprendemos y si estamos más cerca de ser Humanos o gente.
          La Tierra y la Humanidad, son una sola vida. La gente y la Tierra, están en una relación que extinguirá a la gente.



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