Hace millones
de años la Tierra era una pequeña bola de hielo flotando en el espacio, la vida
se manifestaba en las formas que pudiesen adaptarse a las bajas temperaturas de
un planeta en época de glaciación.
Podríamos pensar
incluso, que fue a consecuencia de los “Atlantes, o de los habitantes de Mu o de
Lemuria, pero lo probable es que el lento movimiento de las placas tectónicas,
permitiese a las corrientes de los océanos moverse por nuevos caminos, llevando
aguas más templadas a zonas frías y frías a las templadas.
Son estas
corrientes oceánicas, las que nuestros científicos consideran de suma
importancia para la meteorología y clima de nuestra casa la Tierra.
Indudablemente, las placas seguirán moviéndose y tarde o temprano, una nueva glaciación o
desertización, es lo que tendrá que manifestarse. Todos hablamos de las
corrientes marinas, de cómo llevan en un movimiento circular por todo el
planeta, aguas con una temperatura a lugares que tienen otra opuesta, eso crea el
movimiento del aire, pero también una temperatura más equilibrada.
El movimiento
de las placas abre uno de los valles del lecho marino, aumentando el caudal en
millones de litros, pero al otro lado en una corriente contraria, puede ocurrir
lo contrario, que se estreche, lo que disminuiría el caudal. Esto haría que el
aumento del caudal de una temperatura, junto con la disminución del efecto contrario,
tenga un gran efecto en la temperatura de las aguas.
Estos son los
cambios lentos, que no podemos controlar. Pero sí podemos ayudar a equilibrar
su efecto.
Las dos
grandes corrientes que consideramos importantes en el clima son las de: “El Niño y la de La Niña”, lo que no
quiere decir que desconozcamos o no tengamos en cuenta otras que incluso pudiesen
ser más importantes. Estas dos corrientes o fenómenos oceánicos, producen
cambios en la temperatura, las lluvias y los vientos.
Pero siendo de
gran importancia las aguas que desembocan los grandes ríos en el mar, también
tiene importancia los pequeños, pues son muchos, pero solemos maximizar la
importancia de los grandes.
En otras épocas
el enturbiamiento de las aguas por las tormentas, las cenizas de los incendios
o de los volcanes, influían en los efectos, pero eran unos efectos temporales y
circunstanciales, que pronto desaparecían, no provocando cambios permanentes o
grandes.
Pero hemos
cambiado los caudales, la turbiedad y la composición de las aguas de estos ríos,
hemos influido en su temperatura al usarla en nuestras industrias y necesidades,
antes de su desembocadura en los océanos. Cambiando de esta manera no solamente
los fenómenos del Niño y la Niña, sino todos los demás.
No podemos evitar los cambios propios
de la Tierra, no podemos cambiar la edad ni la forma de manifestarse el sol,
pero sí podemos esforzarnos por hacer bien nuestra parte, nuestra función,
nuestra responsabilidad. Lo que nos jugamos no es la vida en la Tierra, sino
que nosotros estemos en ella.
Las placas solares, cambian la luminosidad
de las zonas donde se colocan los paneles; la hidroeléctrica o la marítima,
cambia el volumen o la circulación y temperatura del agua de los ríos; la
biomasa, hay que crearla y tiene un proceso químico que no sabemos cómo será en
grandes cantidades; los molinos eólicos, cambian el paso del aire.
No hay nada que no tenga
consecuencias, que no podemos saber a largo plazo. No podemos controlar la
Vida, pero sí podemos tratar de hacer lo mejor, lo más correcto, simplemente
aceptando y ejerciendo nuestra responsabilidad, ejerciendo como Humanidad, en
lugar de ejercer la irresponsabilidad siendo gente.
Los cambios llegan, lentamente, pero llegan.
No es el cambio lo que debe preocuparnos, pues no lo podemos controlar, pero sí
lo que aprendemos y si estamos más cerca de ser Humanos o gente.
La Tierra y la Humanidad, son una sola
vida. La gente y la Tierra, están en una relación que extinguirá a la gente.
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