Un día el hombre salió de sus primeros
asentamientos, guiados por los líderes, aunando esfuerzos, se expandieron por
la Tierra.
Pasaron miles de años y vinieron los
Caballeros, los Samuráis, para proteger y ayudar al hombre en su evolución, que
le llevaría a la autoresponsabilidad humana.
Se fueron los Caballeros y vinieron
los nobles, para dirigir al pueblo hacia la meta que les prometían.
Se fueron los nobles y vinieron las
repúblicas y las democracias, prometiendo cada vez mejores metas y más seguras,
facilitando el camino.
Vinieron los camaradas que prometieron
que seriamos todos iguales, que Dios estaba equivocado al hacernos diferentes.
Viendo que cada vez el pueblo estaba más
alejado de la Humanidad, se reunieron: “Caballeros, nobles, dirigentes,
empresarios y camaradas”, para ver qué podían hacer y cual sería el futuro del
pueblo.
Unos vieron al pueblo en el cielo,
otros en el infierno, otros pensaron que el pueblo no tenía futuro y que
solamente servía para cumplir las órdenes y deseos, de unos pocos afortunados
que valían para ser dirigentes.
En un rincón, sin haber tan siquiera
respirado, en absoluto silencio, en la penumbra, el pobre e ignorante Sancho
escuchaba la sabiduría de tanto ser superior.
Para quitar tensión y reírse un poco,
decidieron preguntarle: “Sancho, ¿Cuál piensas
tú que es el futuro del pueblo?”.
Sancho, sabiendo de su ignorancia, en
un susurro apenas audible contestó: “El
mejor futuro del hombre es, convertirse en reloj”.
Todos se rieron y pudieron relajarse
de la responsabilidad de llevar al pueblo a donde lo tenían que llevar: “Pero
Sancho, ¿cómo en un reloj?.
“El
pueblo se mueve para un lado, luego hacia el otro, siempre sin saber por qué,
simplemente porque es donde son llevados. Luego, es un péndulo estupendo, que marcaría
el tiempo correcto si llega a convertirse en reloj”, respondió casi
inaudible Sancho.
Alguien dice: “”Hay Dios”, todos
contestan, Hay Dios, sin preguntar qué es, o cómo, le sirve lo que le han dicho
y vive creyendo en un Dios, que no sabe por sí mismo qué es”. Llega otro y
dice: “Dios ha muerto, no existe, todos somos el eco de las palabras de
alguien. Sin preguntarnos, sin investigar, sin saber qué es lo que afirmamos o
negamos.
Cuando le pregunto a alguien a qué Dios afirma o niega, cuando
pregunto qué Navidad o qué Vida, afirmas o niegas, solamente me explican que yo
ya sé a que se refieren, que Dios, la Vida, la Navidad, que todos sabemos lo
que son.
Desde mi ignorancia, solamente he podido entender lo que yo
entiendo de esas palabras, nunca he podido saber lo que entienden los demás,
por eso cuando hablo de ellas, solamente puedo dar mi opinión, o argumentar
para aprender de la otra persona.
Vivimos en la esperanza de que alguien volverá para llevarnos
a la meta, bien sea: Dios, los Caballeros, lo nobles, los gobernantes, los
poderes, los empresarios, siguiendo el dedo que señala para uno u otro lado. Nunca
podremos ser reloj, porque somos el tiempo. Nunca seremos tiempo, porque somos
eternidad. Nunca llegaremos a la Humanidad, si no somos humanos. Nunca llegaremos
a la Meta, si no lo somos.
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