Hace tiempo,
en mi juventud, escribía el comienzo de la vida de una pequeña ola y sus
experiencias cruzando los océanos. Muchas veces, he pensado en escribir el
final o el principio de su vida, pues no es tan fácil saber, cuando muere o nace lo que somos.
Si no estoy
equivocado, la he publicado varias veces, pero la que he encontrado primero es
la del 26 de febrero del 2014 y el 5 de Octubre del 15. Escrito en el 1973,
aproximadamente.
Podría intentar
que fuese una continuación, buscar la manera de encontrar el sentimiento tras
leerla y que pareciera una sola reflexión. Pero es más una ruptura de estilo,
que permite que sea mayor su unión.
Terminaba con tribulaciones y
explicaciones de una gaviota viajera, que intentaba calmar sus ansía y dudas,
por saber acerca del lugar donde se encaminaba, del destino que le habían dicho
que la esperaba.
………. A ti quiso que destruyeras, hacerte
grande el cuerpo para que no pudieras controlarlo, en cambio solo te removió el
interior, sacando a flote todo lo que
estabas pensando, pero eres fuerte y aguantaste su paso. Solo algunas resisten
intactas, otras se destruyen, otras cambian. En fin, esto es lo que creo que te
puede ayudar de lo que conozco. ¿Quieres saber algo más?.
¿Qué puedes decir?, ¿Qué puedes preguntar, de
lo que no conoces, de lo que te ha pasado y no has sabido darle vida en ti?.
La gaviota tiene que seguir su
vuelo, tiene que visitar tantas y tantas olas, como llegan cada día a las
playas, ¿Quién si no, podría tranquilizarlas, calmar las angustias de sus
vivencias?, pero nadie puede decirnos lo que hay al final, en la playa, más allá
de donde los acantilados se hacen montañas, donde los caminos te alejan del mar,
donde el hombre construye casas, moradas.
Sola en el mar, sigue ondulante
la pequeña ola, que sintiendo su soledad, nunca se separa de la formación con
las otras. Una la sigue, infinidad no la abandonan, porque en su soledad moviéndose
hacia Tierra, va siguiendo a otra, que la acompaña.
Nace un susurro, que del silencio
brota, curiosidad que nace, en el corazón de una pequeña ola. ¿Quién me habla,
quién me nombra?, voz del viento que mi memoria evoca. Pasado un tiempo, el
susurro en estruendo, se transforma. Allá en la distancia un muro negro, empavorece
a la ola, asustada por lo incierto, se mueve hacia el infinito horizonte, de
cielo azul, donde el susurro retorna.
Nadie la visita, nadie la llama,
nadie la nombra, poco a poco, burbujas de felicidad flotan sobre el agua. Siente
un beso en lo más profundo de su ser, la Tierra en su alma brota, suspiran
delante de ella, las olas que retornan, siendo sólo agua.
En su corazón lleva al océano de
donde nació, el viento que la llenó de preguntas incontestables, que la
hicieron partir, sin ir a ninguna parte.
Al pez que la hizo sentirse,
saber que vivía, que no estaría sola en ninguna parte. Creciendo en las
preguntas, sin encontrar respuesta, en tormenta azarosa, perdió lo que no podía
llevarse. Escuchando la voz del cielo, volandera gaviota, la permitió
tranquilizarse.
Beso de aire y arena, pequeña ola
diluida, que parece posarse, en playa del hombre, parece que muere, sin tocarse.
En llegando a la playa, en un beso
de entrega muere la ola, siendo playa, siendo la Tierra del hombre morada, sin
dejar de ser ola, ha muerto en su entrega, sin dejar de ser aíre.
Muriendo lo que era, su entrega
en Todo nace. Beso que a nadie besa, eternamente como beso nace.
Ola que lleva el viento, cuando
es viento, nunca parte.
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