Perdida en la inmensidad de la jungla, una pequeña tribu vivía en
la simpleza y pobreza de no poseer nada. Un día vino alguien del exterior que
les construyó letrinas y pozos negros, en un claro de la selva.
Pasado un tiempo comenzaron a enfermar misteriosamente, tras
pedir a los dioses y sufrir grandemente, alguien destruyó los pozos negros y
las letrinas, pasado un tiempo el agua del manantial volvió a salir limpia,
dejando todos de enfermar.
Viendo el problema, los más importantes y fuertes de la tribu,
cercaron el terreno donde estaban las aguas del manantial y pidieron recompensa
o un pago por coger agua.
Dicen que el amor, que amar
produce sufrimiento, que es difícil vivir para la persona que ama.
A diferencia
del agua, el amor no tiene manantial, ni tan siquiera nace en el corazón de la
divinidad, no hay manera de crearlo, ni de verlo, tampoco podemos usarlo o
cambiarlo, menos aún venderlo.
Dicen que el
amor nace y proviene del Espíritu, de Dios, pero el amor no puede nacer en
ningún sitio, no podemos canalizarlo, porque está en todas partes, en todo,
pero no es como el agua, que moja o humedece donde está, el amor no modifica o
cambia nada, tampoco podemos corromperlo o ensuciarlo, el amor no puede recoger
la suciedad que pueda enfermarnos, tampoco podemos beberlo o comerlo, creemos
que nos alimenta y cambia la vida, pero es nuestro error de apreciación.
Al igual que
la destrucción de las letrinas o los pozos negros donde recoger y permitir que
las aguas negras, pudiesen convertirse en abono para las plantas, hubiese bastado
con encontrar el lugar y la construcción idónea, para dejar resueltos otros
problemas sin enfermar.
Hemos
equivocado la naturaleza del amor, lo que es, el concepto al que hemos llamado
amor y que solamente podemos atribuirlo al concepto de Dios, siendo el agua que
impide volver a sentir sed por el resto de la Eternidad.
Leía esta
mañana una frase de Freud sobre el amor: "Si amas sufres, si no amas enfermas”. Pero es desde el
concepto de amor que hemos desarrollado, el de acaparadores de personas que nos
amen, el de mendicantes de amor, el de ser capaces de vendernos para que
alguien nos sonría o diga que nos quiere, incluso porque nos diga que somos
buena gente.
Hemos llegado
al punto de confundir el amor con el sexo, de confundir amor con deseo, con
buscar venganzas haciendo que nos amen, buscando posición, o cumplir nuestros
deseos diciendo que amamos o permitiendo que nos amen. Estamos buscando un
manantial de donde fluya amor en lugar de agua. El agua dicen que está en todo,
por lo que aislando lo que no es agua, nos queda agua cristalina y limpia.
Pero el amor no está en ningún sitio,
no puede verse, encontrarse o ser creado. Nadie puede dárnoslo, nadie puede
amarnos y darnos un amor que podamos tener o usar, incluso me atrevería a decir, que ni tan siquiera tenemos el amor que damos, que es el único que de alguna
manera podríamos decir que es nuestro.
Todo es Amor, el amor no puede existir
aislado, es la Naturaleza que permite que algo exista, es el Vacío que
acogiendo Todo, sigue siendo Nada, es ese Ser lo que se Es, lo que somos,
siendo individualidad, sin dejar de ser Uno, sea esta: la que llamamos nuestra
o yo, de pareja, de familia, como nación, como humanidad o como Vida. Pero no
hay algo que podamos llamar Amor, no hay algo que pueda ser emponzoñado, que
nos produzca dolor o que pueda dejar de formar parte de lo que somos y podamos
enfermar por ello.
No es el amor el que nos hace sufrir,
sino el desear que nos amen, el miedo a que dejen de hacerlo, el creer que nos
falta, el pensar que podemos adquirirlo, que podemos encontrarlo o sentirlo. Es
el miedo, la vergüenza de no ser merecedores de encontrarlo. Olvidamos que
somos amor, que somos su manifestación, que sin él no podríamos existir. Que el
dolor no es por su ausencia, sino porque no lo manifestamos y al igual que las
aguas estancadas se emponzoñan, pero no el amor, por eso resurge en cuanto lo
manifestamos, incluso más puro que antes, lo que se emponzoña es nuestro
corazón, porque sus puertas y ventanas están cerradas, porque buscamos algo o
alguien a quien amar, o algo o alguien que nos ame. Pero el amor no es una
mercancía, es nuestra propia Naturaleza, que permite expresar el amor solamente
cuando lo somos y eso solamente es posible siendo Uno.
"Sufrimos al no manifestar nuestra Naturaleza, enfermamos
porque no manifestamos nuestra Realidad, nuestra Naturaleza”. Soñamos
con encontrar el amor, lo buscamos desesperadamente, pero la silla más difícil
de ver o encontrar es: “En la que estamos sentados”.
Cuánto más lo será, si somos la silla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario