Quién es el
que no busca algo mejor, unas veces es la situación económica, otras la familiar,
la amorosa, la del conocimiento, la espiritual o la física. Todos buscamos
mejorar los aspectos de nuestra manifestación en la Vida.
A veces
pensamos que es en lo material en lo que la mayoría de la gente piensa sus
mejoras, otra parte piensa que la mayoría busca en lo amoroso el encontrar una
vida más satisfactoria, luego están los buscadores, que quieren encontrar a
Dios, al Espíritu, al Ser, para no solamente mejorar ellos sino la Vida misma.
Pero en
todas las búsquedas hay un denominador común: “El yo que queremos que
mejore”.
Es natural
que en lo físico y en la salud, lo que más prime sea el “yo”, a pesar de que no podremos hacerlo sin la mejora de todos,
incluyendo a más que las personas.
Es natural
que deseemos mejorar económicamente, pero no encontraremos una verdadera
satisfacción fuera del ego, hasta el momento que la mejora sea general.
Que exista
un “yo” en el amor, es más complicado, pues solamente en el sentimiento existe
ese yo. En general, la mayor preocupación del “yo” en el amor, es en cómo es
amado o cómo quiere ser amado. Es el amor que recibe de los demás lo
importante, a los cuales amará en correspondencia del amor recibido. Mirando las
frases que se escriben acerca del Amor, la mayoría expresan el amor que
recibimos o tenemos que recibir para que sea amor.
Pero es en
la búsqueda espiritual, donde se ve extraño ese “yo”, una búsqueda del Todo, en
el que hay un “yo”, que le busca, que le encuentra, que mejora, que evoluciona,
que permanece individual e independiente dentro de Dios, el Espíritu o el Ser.
Según Mirdad,
personaje del “Libro de Mirdad”, Yo es la Palabra Sagrada, la Palabra de
Dios prohibida en la búsqueda espiritual durante siglos. Pero es la Palabra, Sagrada y Divina, la que nos lleva a
las máximas cotas espirituales.
Nuestra búsqueda
esta llena de “yo”, en el cual vemos nuestra individualidad separada buscando
su bienestar sin pensar en los demás, o incluirlo en el ansiado Todo, pero sin
dejar de ser lo que somos en este momento: “Una célula, un átomo,
consciente de su individualidad separada del resto de ese Todo”.
El Yo
Sagrado, es el del Todo, el del Absoluto, el del Amor, el del Vacío, Dios. No
es que se prohibiera la Palabra, estaba prohibido pronunciarla, porque en la pronunciación
está el ego de la separación, de la división, de la discriminación, pronunciación
que no es solamente el sonido, sino de pensamiento, de actitud, que podamos
percibir que hay una existencia que su individualidad está separada y no
diluida en el Todo.
Nuestra dificultad
para vivir como Humanidad, nace de ese “yo”, que queremos conservar independiente
o perceptible, en nuestra integración en otras individualidades. Creer que la
Vida puede darnos la luz sin oscuridad, la buena salud sin enfermedad, el bien
sin el mal, es solamente posible por esa misma separación existente en nuestra
búsqueda, nuestra discriminación que al ser positiva hacia nosotros, tiene que
ser negativa hacia los demás, que siendo positiva hacia el bien busca la
destrucción, la negativa para el mal.
Cuando nadie puede pronunciar la
palabra, cuando la Palabra es el Silencio de la Voz de la Vida, de Dios, del
Vacío, del Amor, solamente entonces surge el Yo, que no busca, que no
evoluciona, que no encuentra, cuando no hay nada que perciba Yo, es entonces
cuando solamente resuena la Palabra Sagrada, el Yo, de la Voz del Silencio en
el Vacío.
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