Todos
usamos los sentidos para percibir la vida, pero quizás lo que es difícil de
percibir es: ¿Cómo puede percibir el Vacío?,
¿Cómo sabe el Vacío que estamos dentro para no permitir introducirse a otra
individualidad?
Escribimos
y estudiamos los sentidos del cuerpo, los que son manejados por la que nosotros
llamamos nuestra mente, la mente ordinaria del budismo, la consciente, la
racional, la que centramos en el cerebro y el corazón. Pero sabemos y
estudiamos otros sentidos, que no son percibidos por esa mente sino que tienen
que ser razonados y percibidos por otra mente, o mejor dicho, por otra parte de
la Mente de la que nosotros formamos parte.
La
percepción instantánea de nuestras células, de lo percibido por otras alejadas
por grandes distancias para ellas en el cuerpo, la comunicación entre las
diferentes plantas de un bosque, entre animales de un ecosistema, entre
diferentes bosques, entre las estrellas y las galaxias, obviamente no es por
radio, eléctricamente u hormonalmente, como en nuestro cuerpo. Tampoco son los
sentidos que usamos para percibir otras partes de nuestro cuerpo, o cuando son
exteriores. Pero en todos ellos hay una Ley, una Regla, algo que nos confunde,
pues creemos que no hay comunicación en absoluto, "permitir que algo se perciba
a sí mismo".
El ojo no puede verse a sí mismo, ni el oído oírse, ni la
mano tocarse, ni la nariz oler su olfato. El Sol no puede percibir su brillo,
ni el agua su humedad.
El miedo
que tenemos a no percibir la Vida, es que si no podemos sentir nada, ¿Cómo
podríamos disfrutar de nuestras vidas, de nosotros, de los demás, de cuanto nos
rodea?.
Vemos al
Ser como “Algo Siendo”, no podemos imaginar una Vida de Vacío, un Dios que no
nos cuide y ayude, ser un Todo que no podamos ver, oír, sentir, o comunicarnos
con Él, con sus otras partes o individualidades. Incluso nos atemoriza el Ser
Vacío, donde no puede existir la Individualidad.
En cambio, cuando somos felices, cuando nuestro Amor por Todo, cuando nos sentimos Uno con
la Vida, en esos momentos en los que de alguna manera algo sale desde lo más
profundo de nosotros: “Los sentidos dejan de
ser sentidos”. Misteriosamente sin darnos
cuenta: “todo es luminoso, huele bien, sus
colores son indescriptibles, dejamos de pensar, dejamos de sentir”.
Una parte
de nosotros es consciente de que estamos, de que hay todas esas cosas rodeándonos,
pero todo lo que vivimos es ser los colores, ser felicidad, ser los demás, ser
nosotros, ser cada sentido, ser el aroma de la Vida, somos la materialización y
el pensamiento sin asomo de mente.
Es simplemente una experiencia temporal, que
pasa a veces tras un instante, otras puede durar días, es simplemente la
sensación profunda de ser Uno con Todo, todavía conscientes, sin romper la
dualidad, percibiendo en lo profundo la experiencia, pero sin ego. Es en la
felicidad, en la desesperación y en el orgasmo, donde suelen manifestarse. Cuando
no, es el resultado de la búsqueda, de la Gran Duda, del esfuerzo, por encontrar
lo único que no podemos percibir, a lo único de lo que no podemos ser conscientes:
“Nuestro Ser, lo que somos, que por Ley
Universal, no podemos percibir, con ningún sentido conocido o desconocido, porque
solamente existe en la Seidad”.
El siguiente
escalón es el Vacío, no de la inexistencia, sino el de la Existencia Plena,
acogiendo y Siendo, cuanto es albergado en Él, en el Yo, no como individualidad
o parte, sino como Absoluto Vacío, en el que la existencia es Siendo Felicidad,
Siendo Amor, sin tan siquiera ser conscientes de ello, simplemente Siendo.
Esos
momentos de felicidad, que nos transportan a un mundo idílico, pero sin tiempo,
ni espacio, en un Ahora, en un Aquí Eternos, donde sin ser conscientes, somos
Consciencia Pura, sin poder pensar, sin nuestra mente ordinaria al no existir
un yo en separación, solamente podemos Ser Mente Pura.
Buda.
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