Una persona estaba desesperada porque veía
que no se respetaba en absoluto. Preguntó y acudió en busca de ayuda a personas
y centros, sin mejorar en su actitud hacia sí mismo.
Al llegar, se postró tres veces, se acercó
y se presentó al Maestro. Le explicó que no se respetaba en absoluto, que se autocriticaba,
que no podía aceptar su compañía, que se sentía inferior a todos los demás, que
veía mal cuanto hacía, sentía o pensaba, no teniendo autoestima en absoluto.
El Maestro se levantó, se postró ante él, diciendo:
“En toda mi vida, no había
conocido a nadie que se respetase tan profundamente”.
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