Publica esta mañana Lucía esta frase con
una bonita foto, me llamó la atención la palabra indiferencia para la actitud
del yo que mira hacia la luz, el que no ve el ego. Más que mirar hacia la
actitud, hoy quiero escribir, acerca de ese yo que principalmente definimos y
aceptamos como interior o puro y exterior o ego.
La
frase y el dibujo que publica Lucía son los siguientes:
"Como dos aves doradas posadas en el mismo árbol, el ego y el
yo, íntimos amigos, viven en el mismo cuerpo. El primero come los frutos dulces
y amargos del árbol de la vida, mientras que el segundo observa con
indiferencia".
Desapego.
Desapego.
En
el Universo, al igual que en cualquier aspecto de la Vida, la manifestación es
Infinita, Todo cuanto se manifiesta lo hace en su Infinitud.
Cuando
se manifiesta el Universo, hay innumerables constelaciones, estrellas, planetas,
formas, átomos, todos ellos manifestando individualmente su infinitud. Nosotros
vemos las estrellas, vemos también los átomos, unos son pequeños, otras son
enormes. Existiendo en el centro, entre ambas observaciones, unos los podemos
ver como existentes en nosotros en nuestro interior, las otras existen a
millones de años luz, lejos en nuestro infinito Universo exterior. Nosotros no
percibimos nuestros átomos, cuando las infinitas estrellas, se unen, el
Universo desaparece. Porque es uno, Él no puede contemplar las estrellas, ni
los átomos, no sabe que existen, por lo que no puede manifestar el ego, ni
tampoco dejar de existir.
Nosotros
contemplamos el yo exterior,
el que es controlado por la mente, el que manifiesta el ego, el que nos lleva
por donde no deseamos y nos engaña. Ante esta situación buscamos el “Yo
interior”, el de la luz, el que no ve al ego,
solamente al Ser.
Al
igual que con el Universo, contemplamos nuestro Yo, el Infinito Yo, desde el
centro, desde una posición que nos permite ver los dos, dividiéndolos por tanto:
“Un número infinito de yo, fuera, un número infinito de yo dentro”.
Pero el que queda en el centro, sigue siendo un número infinito de yo.
Vemos
lo bueno y lo malo, lo grande y lo pequeño, dentro y fuera. Pero seguimos sin
poder contemplar a los que ocupan el centro, a los que observan a los otros dos
infinitos.
Si
miramos hacia un lado, producimos la sombra, la manifestación del Ego Infinito,
a pesar de ser simplemente nuestra sombra proyectada. Al no gustarnos lo que
observamos, miramos hacia dentro, hacia el otro lado, que consecuentemente será
la luz. Si miramos una luz, o simplemente observamos una fotografía mostrando
algo que no produzca sombra, fuertemente iluminado, observamos que no podemos
ver con nitidez, que los objetos parecen desprender luz ellos mismos.
Cuando
huimos o despreciamos el Infinito Yo Externo, cuando buscamos y añoramos, el
Infinito Yo Interno, no es el ego, no es el Ser, el conflicto. Porque no
importa si miramos hacia lo correcto o lo incorrecto aparentes, lo incorrecto
es el “Infinito Yo del Centro”, que está separando y
dividiendo al Único Yo.
Siendo
infinito, cualquiera de los Yo, simplemente es igual que las estrellas o los átomos
en el Universo. Solamente hay Un Yo, que no puede saber de las existencias de
los otros Yo, pero hay que integrar en Él, todos lo demás. No hay un solo yo
pequeño o grande, que pueda ser excluido. No hay un solo yo perfecto o
imperfecto, que pueda ser excluido. No hay un solo yo, externo o interno, o
intermedio, que pueda ser excluido.
Solamente
cuando no hay águilas, árbol, ego, yo, intimidad, amistad, cuerpos o que viva,
la propia existencia no es percibida. No hay primero o segundo, no hay quien
coma o sea comido, ni dulce o amargo, ni indiferencia o amor, solamente entonces puede Ser Yo.
¿Dónde
anidará el desapego?.
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