No pretendo molestaros

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Yui Shin

viernes, 16 de septiembre de 2016

SIENDO YO


          Publica esta mañana Lucía esta frase con una bonita foto, me llamó la atención la palabra indiferencia para la actitud del yo que mira hacia la luz, el que no ve el ego. Más que mirar hacia la actitud, hoy quiero escribir, acerca de ese yo que principalmente definimos y aceptamos como interior o puro y exterior o ego.
        La frase y el dibujo que publica Lucía son los siguientes:
"Como dos aves doradas posadas en el mismo árbol, el ego y el yo, íntimos amigos, viven en el mismo cuerpo. El primero come los frutos dulces y amargos del árbol de la vida, mientras que el segundo observa con indiferencia".
Desapego.

        En el Universo, al igual que en cualquier aspecto de la Vida, la manifestación es Infinita, Todo cuanto se manifiesta lo hace en su Infinitud.
        Cuando se manifiesta el Universo, hay innumerables constelaciones, estrellas, planetas, formas, átomos, todos ellos manifestando individualmente su infinitud. Nosotros vemos las estrellas, vemos también los átomos, unos son pequeños, otras son enormes. Existiendo en el centro, entre ambas observaciones, unos los podemos ver como existentes en nosotros en nuestro interior, las otras existen a millones de años luz, lejos en nuestro infinito Universo exterior. Nosotros no percibimos nuestros átomos, cuando las infinitas estrellas, se unen, el Universo desaparece. Porque es uno, Él no puede contemplar las estrellas, ni los átomos, no sabe que existen, por lo que no puede manifestar el ego, ni tampoco dejar de existir.
        Nosotros contemplamos el yo exterior, el que es controlado por la mente, el que manifiesta el ego, el que nos lleva por donde no deseamos y nos engaña. Ante esta situación buscamos el “Yo interior”, el de la luz, el que no ve al ego, solamente al Ser.
        Al igual que con el Universo, contemplamos nuestro Yo, el Infinito Yo, desde el centro, desde una posición que nos permite ver los dos, dividiéndolos por tanto: “Un número infinito de yo, fuera, un número infinito de yo dentro”. Pero el que queda en el centro, sigue siendo un número infinito de yo.
        Vemos lo bueno y lo malo, lo grande y lo pequeño, dentro y fuera. Pero seguimos sin poder contemplar a los que ocupan el centro, a los que observan a los otros dos infinitos.
        Si miramos hacia un lado, producimos la sombra, la manifestación del Ego Infinito, a pesar de ser simplemente nuestra sombra proyectada. Al no gustarnos lo que observamos, miramos hacia dentro, hacia el otro lado, que consecuentemente será la luz. Si miramos una luz, o simplemente observamos una fotografía mostrando algo que no produzca sombra, fuertemente iluminado, observamos que no podemos ver con nitidez, que los objetos parecen desprender luz ellos mismos.
        Cuando huimos o despreciamos el Infinito Yo Externo, cuando buscamos y añoramos, el Infinito Yo Interno, no es el ego, no es el Ser, el conflicto. Porque no importa si miramos hacia lo correcto o lo incorrecto aparentes, lo incorrecto es el “Infinito Yo del Centro”, que está separando y dividiendo al Único Yo.
        Siendo infinito, cualquiera de los Yo, simplemente es igual que las estrellas o los átomos en el Universo. Solamente hay Un Yo, que no puede saber de las existencias de los otros Yo, pero hay que integrar en Él, todos lo demás. No hay un solo yo pequeño o grande, que pueda ser excluido. No hay un solo yo perfecto o imperfecto, que pueda ser excluido. No hay un solo yo, externo o interno, o intermedio, que pueda ser excluido.
        Solamente cuando no hay águilas, árbol, ego, yo, intimidad, amistad, cuerpos o que viva, la propia existencia no es percibida. No hay primero o segundo, no hay quien coma o sea comido, ni dulce o amargo, ni indiferencia o amor, solamente entonces puede Ser Yo.
        ¿Dónde anidará el desapego?.


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