No pretendo molestaros

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Yui Shin

domingo, 2 de octubre de 2016

AL OTRO LADO


       Que felicidad nos produce, hacernos preguntas que un libro o alguien pueden contestarnos.
       Nunca he comprendido realmente, cómo he sido feliz prácticamente toda mi vida. Mis preguntas raramente han tenido respuesta. “¿Cómo vería las cosas, si fuese Vacío?. Si Dios lo sabe todo, si yo soy Dios, ¿Por qué tengo que estudiar?.
       Si soy Vacío, no soy nada, y si soy nada, no tendría ojos para ver, además si soy nada, no existiría, ¿Quién es entonces el que piensa todo esto?, al final resulta que el Vacío de Buda, no es que no hay algo, sino que es el algo el que es Vacío, al menos me quedé tranquilo, sabiendo que aunque sea Vacío, sigo siendo yo, un algo.
       Hay cosas que me cuesta aceptar, como cuando me hicieron adulto, así de repente y sin yo saberlo.
       Toda mi vida, me habían dicho que no cruzase solo la calle, así que o iba con mis padres, mi hermano mayor, un adulto o esperaba que viniese alguien que me cruzase.
       Era interesante, poder ir al otro lado para ver lo que había, a veces me imaginaba lo que habría en el otro lado de la calle, pero se me olvidaba y lo que veía me sorprendía siempre, lo único, que tenía que esperar para cruzar.
       Un día que tenía curiosidad por ver algo que habían inaugurado en el otro lado de la calle, me quedé al borde de la acera, esperando a alguien para cruzar, pasado un rato y cuando comenzaba a impacientarme, sentí una mano que sujetaba la mía, al volverme aliviado, contemplé a un niño que sujetaba firmemente mi mano, confiado en que le ayudaría a cruzar la calle.
       No sé realmente cuando me convertí en adulto, pero fue quizás el momento de mayor felicidad de mi vida, cruzar al otro lado al niño que vive en mí.
       No puedo imaginar cuantas civilizaciones, cuantos niños se han extinguido a este lado de la calle, sin nadie que les cruzase, en ciudades donde los adultos se habían extinguido, al no crecer los niños.
       Niños que esperan: “Un gobierno, una religión, un dios, una sociedad, que les sujete la mano y les lleve a la acera de la felicidad, del amor y de la humanidad”.
       Mientras, Dios el Adulto, con un pie en cada acera, con una mano que sujeta ambos lados de la calle y la otra sujetando firmemente la nuestra, mantiene la absoluta certeza de que un día, construiremos la calle, para vivir en ambos lados, mientras discurre por toda ella un río de Humanidad.
       Somos el niño que desea cruzar, pero tenemos que ser el adulto que construya la calle, el que sepa lo que ha creado a cada lado, el que sujete la mano de su eterna niñez, para poder conocer los dos lados de la calle, encontrando la humanidad no solamente en el centro del camino, sino en ambas orillas.


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